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PRÓLOGO
En el principio fue el periodismo sin manuales de estilo y, por innecesarios de acuerdo con los niveles de moral media comunitaria, mucho menos de ética. Entonces se trataba de comunicar con buena prosa y sobre todo había principios irrenunciables sobre qué trasmitir al público, qué no por pertenecer al fuero íntimo de las personas y cómo hacerlo, por de pronto con buen gusto y discreción.
Con las excepciones connaturales a toda actividad humana, el ejercicio de la prensa era asumido y reconocido como algo serio y cierto panfleto: el “Facundo”, difundido en el diario chileno El Progreso, por de pronto compuesto y difundido por Sarmiento desde el exilio, se salía del género folletinesco para ser considerado con razón alta literatura, intuitiva sociología y guste o no: diagnóstico genial anticipando un mapa de vencedores y vencidos coexistiendo a los codazos hasta la fecha. Se cuenta que, en 1875, Juan Montalvo al enterarse del asesinato de Gabriel García Moreno, exclamó: “¡Mi pluma lo mató!”.
Habían alcanzado su efecto pues, los ataques al autocrático presidente ecuatoriano que llevó a cabo el autor de “Capítulos que se le olvidaron a Cervantes” desde su revista “El Cosmopolita”.
Hoy cuando las posverdades licuan certezas y convicciones, se combate “trolls” mediante con arteras y anónimas “fake news” desde las redes sociales. Y en cuanto al compromiso por difundir situaciones inicuas, ayer nomás, en los sesenta y setenta, se lo tomaba sin medir riesgos por los explotados, los invisibilizados, los desaparecidos, los colonizados, en fin, con los condenados de la tierra. Hay tantos ejemplos de ello y de elegir un ícono en la República Argentina, lo es por supuesto Rodolfo Walsh con su Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) durante la última dictadura.
En cambio, tristemente en la actualidad, los multimedios concentrados y sus seudo periodistas ensobrados y amarillos, suelen militar hasta la genuflexión por los poderes y los poderosos.
¿Para qué correr riesgos y espantar publicidad oficial?
Será a la vista de tanta decadencia ética y estética del periodismo, que un honesto y ejemplar ejercicio de la actividad como el que viene llevando a cabo desde hace más de cinco décadas Eduardo Ceballos, nos devuelve el alma al cuerpo a los que creemos en la información fidedigna y en la posible y deseable formación de lectores y auditorios radiofónicos y televisivos llevada a cabo a través de columnas de opinión seria o de emisiones imbuidas de auténticos valores y no subordinadas a los mezquinos intereses crematísticos del capitalismo internacional.
Eduardo Ceballos no hace periodismo político que sepamos, pero en tanto espíritu humanista, por sus notas suelen correr caudales de ética axiológica iluminadoras y orientadoras de la convulsa situación social de su provincia.
Su estimativa de hombre de prensa apunta al Bien, a la Belleza y a la Verdad y se juega por esa triada con kantiana buena voluntad. Detrás de sus artículos se advierte al poeta y trasuntan ellos más pasión por decir “cosas de fundamento” a lo Martín Fierro, que cómoda neutralidad ante las realidades del mundo ancho y ajeno (Ciro Alegría dixit), así como de su propia aldea a la que suele abarcar en cada artículo con pasión, identificación con el tema y los protagonistas, esperanza juvenilista y a veces abatimiento.
Periodista de ley e historiador del periodismo de su región en la línea trazada en 1924 por Miguel Solá en aquella ineludible investigación vertida en las páginas de “La imprenta en Salta. Cien años de prensa (1824-1924)”, Ceballos por su parte aportó lo suyo en un volumen dado a conocer en 2010: “Diarios de las décadas del 50, 60, 70”, además de una crónica, un completo diccionario de periodistas y de trabajadores de medios de prensa de la tierra de Güemes.
Las redacciones en las que se desempeñó desde la primera juventud, no sabemos si le suscitaron la sensación de subir escaleras, como le ocurría a Azorín según confidencia vertida en el autobiográfico libro “Madrid”. Aunque seguro que en su caso fueron escuela, con maestros en la materia de la talla del director de El Intransigente, el político Miguel Ángel Martínez Saravia, y del poeta e historiador César Fermín Perdiguero, quien en las oficinas de El Tribuno, entonces en la calle Dean Funes Nro. 92, le orientó para elevar hasta la excelencia profesional, la autoexigencia de trasmitir responsablemente en cuartillas su visión y revisión de todo, esa única cosa imprescindible para Chesterton.
Nos es difícil imaginar a este intelectual reposado y contemplativo, siempre predispuesto a echar a vuelo sus añoranzas y sus corazonadas, cuando era urgido por los cierres de edición.
Aunque no cabe duda que, la bien adquirida competencia en el oficio lo hizo salir airoso de esas premuras. Y quizá hasta pudo ocurrir que, en el trasnochado boliche de su café final previo a irse a descansar luego de la tarea cumplida, haya advertido a cierto parroquiano que entre sorbos de su vaso de vino donde temblaría “el lucero del alba” como en la zamba de Castilla y Leguizamón, leía con interés la nota con firma de Ceballos llegada última a las rotativas.
El presente libro: “Periodismo sobre todo”, de carácter misceláneo y si se quiere por la temática, continuación de uno anterior intitulado: “Notas en diario El Tribuno y otros recuerdos” con fecha de publicación en abril de 2020, contiene gran parte de los artículos que a partir de mediados de aquel año hasta el presente, fue dando a conocer en el antedicho periódico nacido el 21 de agosto de 1949, justo cuando dejó de aparecer La Provincia, diario decano de la prensa salteña fundado por Policarpo Daniel Romero en 1906. En cuanto al primer director de El Tribuno gusta recordar a Ceballos que fue Ricardo Falú, aunque bastante mayor en edad un guía y compañero suyo en travesías culturales de las que asimismo solía participar el hermano mayor de Ricardo, nada menos que el maestro Eduardo Falú.
Hay aquí verdaderos aguafuertes salteños como: “Aquellas estaciones de servicio” y “La biblioteca provincial”. Hay evocaciones, reflexiones sobre temas varios locales y universales y un buen número de homenajes significativos. Y sobre todo hay nombres y más nombres tanto de próceres figuras lejanas, como la del poeta y primer impresor y redactor de la “Revista mensual de Salta” a partir de 1824, Hilario Ascasubi; o el presidente Victorino de la Plaza; o el médico y político Luis Güemes, nieto del Caudillo Gaucho, como abundan vivenciales añoranzas de varios colegas en las letras, durante sus existencias terrenas de trato frecuente con nuestro autor, así Jaime Dávalos o José Juan Botelli, presentados en términos que hablan del alto significado de la amistad en la propia vida del evocador.
Renglón aparte merece la espléndida ofrenda tributada al primer Arzobispo de Salta, Monseñor Roberto Tavella, quien mucho influyó en su formación humanística y cuyos renglones hubieran celebrado el historiador Luis Oscar Colmenares quien le dedicó dos libros a su actuación pastoral y el Padre Arsenio Seaje, aquel sacerdote salesiano tan próximo al prelado y autor de su biografía en tres tomos aparecidos entre 1976 y 1981, el último de los cuales se cierra con un extenso epílogo de Carlos Gregorio Romero Sosa.
Lejos de empalagar al público con un chillón color local, cierto costumbrismo sobresale en varios pasajes del libro. Es un recatado enfoque costumbrista o tradicionalista de quien abrevó y reparó perspicaz en estilos e idiosincrasias de sus coterráneos del “poético vergel / por su clima tropical” en la humorística caracterización rimada de Nicolás López Isasmendi.
Será de anotar que aparte de Juana Manuela Gorriti en el siglo XIX con “El mundo de los recuerdos” y otros títulos, ya en la pasada centuria desarrolló en forma magistral ese género en las letras nativas Juan Carlos Dávalos con sus “Estampas lugareñas” de 1941. Por esa senda anduvo antes Bernardo Frías con sus “Tradiciones salteñas” y sus “Nuevas Tradiciones” escritas a partir de 1918, en dato proporcionado por Roberto García Pinto en el estudio introductorio de la edición a cargo de la Fundación Michel Torino de las “Nuevas Tradiciones Históricas de Salta” en 1976. Y después, entre otros la transitaron José Palermo Riviello en sus “Reminiscencias salteñas” de 1938, Ernesto M. Aráoz en “Al margen del pasado” de 1944 y “El Diablito del Cabildo” de 1946, sin olvidar a Francisco Centeno que dio a conocer en 1939 en el diario local El Pueblo la serie de sus recuerdos: “Salta setenta años atrás”, reminiscencias sin duda tributarias de las “Memorias de un setentón” escritas por el madrileño Ramón de Mesonero Romanos.
En tiempos más recientes o incluso actuales, no pocos tramos de la obra periodística y de divulgación histórica de César Fermín Perdiguero, sobre todo en su “Antología del Cerro San Bernardo” de 1984, o de Ricardo Alonso, Roberto G. Vitry y Gregorio Caro Figueroa, autor éste último de ilustrativos reportajes, a personajes del medio salteño, admiten ser analizados y valorados desde la óptica del costumbrismo literario.
El entrañable amigo y hermano en Cristo Eduardo Ceballos, poeta, antólogo, narrador, novelista, orador, director propietario desde hace más de treinta años de la benemérita revista “La Gauchita” y memorioso de sus latines adquiridos en su adolescencia de seminarista, en el Seminario Metropolitano de Salta fundado en 1874 por el Obispo Buenaventura Rizo Patrón y a cargo durante su permanencia allí de los hijos de Don Bosco, refuerza en las páginas que siguen su entrega a la cultura con esta selección de artículos de alto nivel literario incorporados a “Periodismo sobre todo”. Un feliz abrigo de tantas intemperies informativas.
Carlos María Romero Sosa, Buenos Aires, 11 de febrero de 2024, día de la Canonización en Roma de Santa María Antonia de Paz y Figueroa
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Prólogo
Agradezco al autor de este libro sobre la “Historia de la Universidad Nacional de Salta” el haberme invitado a escribirel prólogo de la reedición de su obra al cumplirse ahora los 50años desde su creación. Por razones personales me tocó sertestigo de todos esos acontecimientos ya que soy egresado de laprimera promoción que ingresó a las aulas en 1973. La vida medio la oportunidad histórica de recorrer el primer medio siglode la existencia de nuestra casa de Altos Estudios. Casa que llevacomo lema “Mi sabiduría viene de esta tierra”, inspiración delgran poeta salteño Manuel J. Castilla. Frase que invitó e invitaa profesores y alumnos a rescatar la profundidad de su propioterruño, de la savia que nutre las venas de esta región andina.
La historia de esa sabiduría viene desde lejos. Lo que hoyes el territorio salteño, desde la alta cordillera volcánica de losAndes hasta la llanura chaqueña fue una región poblada porun mosaico de pueblos indígenas que nos dejaron su legado encientos de testimonios arqueológicos, unos pocos de los cualesse conservan en los museos, otros yacen enterrados y muchosse han perdido irremediablemente. La sabiduría de aquellosviejos salteños quedó reflejada en sus hermosas cerámicas yobjetos de avanzada metalurgia en metales preciosos, cobrey bronces. Más tarde serían los incas quienes trajeron desdeel Cuzco, el ombligo del imperio Tahuantinsuyo, la sabiduríade los amautas formados en las Yachay Huasi, o “Casas dela Sabiduría”. Sus amautas, en sus múltiples roles, trazaríanlos caminos del Qaphacñan, una red vial imperial de milesde kilómetros, su arquitectura pétrea, sus construcciones deandenes, su manejo hidráulico, su fina metalurgia y orfebrería,entre otras maravillas. El ajuar de los niños del Llullaillaco, consus delicados objetos de oro y plata, sus tejidos y colores, es unamuestra de la sabiduría de los antiguos incas.
Luego llegarían los conquistadores españoles, primero depaso como Diego de Almagro y Diego de Rojas y más tardecomo fundadores de ciudades. Una de esas ciudades fue EstecoI (1566-1609), trasladada luego a Esteco II o Nuestra Señorade Talavera de Madrid (1609-1692), donde acaecería unhecho trascendental para los estudios universitarios de Salta.Precisamente en 1623 se llevaría a cabo en Esteco II, la primeracolación de grados doctorales de la República Argentina. Elazar quiso que los primeros egresados de Córdoba tuvieran queviajar hasta Esteco donde se encontraba el obispo de Córdoba,don Julián Cortázar que estaba enemistado con el gobernador.Con toda la pompa y boato de la época se graduaron allí losprimeros doctores. Esteco sería destruida por un sismo en 1692quedando solo ruinas que fueron excavadas por el malogradoLic. Alfredo Tomasini, un hombre que aportó mucho a lasabiduría de nuestra tierra.
Habría que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para quecomenzaran a vislumbrarse las semillas de la futura universidad.Los viejos salteños marchaban a estudiar a Córdoba, BuenosAires o La Plata. Y antes de eso a Chuquisaca. La creación delos colegios nacionales en la década de 1860 se nutría entoncesde los mejores docentes e incluso investigadores. Recordemosal astrónomo míster Meaney que mantenía correspondenciacientífica con Flammarion o al químico Maximiliano Siewert.Este último había venido a Córdoba contratado por Sarmientoy el mismo Sarmiento, para que no se volviera a su Alemanianatal, lo convenció de venir a Salta. Realizó importantes ypioneros estudios sobre la química de las aguas de los ríosvecinos, las aguas termales de Rosario de la Frontera y El Sauce,las tinturas de los árboles, ensayos de minerales, entre otrosaportes. Recordemos también que antes de llamarse ColegioNacional de Salta, se llamó Colegio de la Independencia,Colegio de La Merced, Colegio de San José o Colegio del PadreBailón, este último en razón de la tarea que llevó a cabo eljesuita español José Agustín Bailón (1814-1872), para organizarlos prácticamente inexistentes estudios de letras, ciencias yhumanidades. En diciembre de 1864, Bartolomé Mitre mandóa fundar el Colegio Nacional de Salta y en abril de 1865 nombrócomo rector y director al Dr. Juan Francisco Castro a quién loacompañaban como profesores a cargo de todas las cátedras delprograma los eminentes salteños Benjamín A. Dávalos, Andrésde Ugarriza y Federico Ibarguren. El nivel de los profesores y lacalidad de los estudios convierten al viejo Colegio Nacional enuna especie de proto-universidad para la época.
Ahora bien, Salta cuenta con el lujo de haber tenido el primercientífico que realizó un estudio experimental de acuerdo conlos cánones de la ciencia moderna y que fuera el famoso médicoescocés Joseph Redhead (1763-1844), más conocido por suactuación al lado de Manuel Belgrano y de Martín Miguel deGüemes. Redhead midió experimentalmente la dilatación delaire atmosférico y calculó las alturas precisas del camino de Postasentre Buenos Aires y Potosí, así como de numerosas montañasde la región andina para obtener una idea real de la fisiografíadel sector de los Andes Centrales del sur. Esas investigacionescontaron con el padrinazgo científico del gran sabio universal dela época, el alemán Alexander von Humboldt.
Pasos gigantescos se dieron a partir de la década de 1950con la creación de los viejos embriones que luego serían laUniversidad Nacional de Salta. La Escuela Superior de CienciasNaturales que fundara el Prof. Amadeo Rodolfo Sirolli (1900-1981), pasó a convertirse en Facultad de Ciencias Naturalesdependiente de la Universidad Nacional de Tucumán parafinalmente cambiar en 1973 en la actual Universidad Nacionalde Salta. La figura olvidada del Ing. Roberto Germán Ovejero(1931-2007), merece una mención especial en esa etapaformativa. Roberto Ovejero fue uno de los artífices y pilaresfundadores de la actual Universidad Nacional de Salta.Matemático y físico de nota, tuvo un papel preponderante en laenseñanza y en la investigación. Entre la pléyade de hacedoresde la actual Universidad Nacional de Salta, el Ing. Ovejerotuvo un papel determinante como el hombre de la transicióndesde la vieja Universidad Nacional de Tucumán a la joven ynaciente Universidad Nacional de Salta que abrió sus puertasen 1973. Ello quedó reflejado en el libro “El origen y creaciónde la Universidad Nacional de Salta” (Mundo Editorial, 2022,80 p., Salta), edición post-mortem al cuidado de su hijo mayor.
Hoy Salta cuenta con un amplio espectro científico enmuchas ramas de las ciencias exactas, físicas, naturales,humanísticas, de la salud, entre otras. Científicos extranjeroso de otras provincias argentinas se han radicado en Salta y,viceversa, científicos salteños han migrado hacia otras latitudes.
Salta no tuvo una historia fundacional de la ciencia comola que intentaron Rivadavia y luego Mitre en Buenos Airescon la importación de científicos italianos, o bien Urquizaen Entre Ríos con los científicos franceses, o Sarmiento quetrajo a Córdoba científicos alemanes, centro-europeos ynorteamericanos para dar vida a la Academia Nacional deCiencias o el Perito Moreno y sus sabios suizos de La Plata.Las semillas fundadoras del siglo XIX son la razón de queArgentina sea hoy la única nación de América Latina en contarcon tres premios Nobel en ciencias (Bernardo Houssay, LuisLeloir y César Milstein).
Como dijimos los estudios universitarios en Salta se iniciancon la creación en 1952 de la Facultad de Ciencias Naturalesdependiente de la Universidad Nacional de Tucumán y quetuvo su origen en la Escuela Superior de Ciencias Naturalesque iniciara en 1950 el profesor Amadeo R. Sirolli.
Quiero hacer aquí un alto para referirme a un temaanecdótico personal. En 1963, cuando contaba con sólo 9 añosde edad, tuve la azarosa oportunidad de conocer al ProfesorSirolli. El motivo fue el descubrimiento por parte de mi padre,don Joaquín Alonso, de un cementerio indígena en el paraje LaPedrera, a unos 6 km de la ciudad de Salta. En esa oportunidad,y dada mi corta edad, concurrí al lugar con la fantasía de quiense dispone a descubrir valiosos objetos guardados celosamenteen los túmulos milenarios. Allí se encontraba el ProfesorSirolli, con su uniforme color caqui, sombrero de exploradory decenas de pinceles, lupas y puntas. Su aspecto reflejaba elviejo estilo de los exploradores de principios de siglo. Guardosiempre en la memoria la imagen del sabio profundamenteensimismado en la contemplación de las piezas exhumadas,tratando de resolver el enigma de las urnas enterradas. Porsuerte y gracias a la oportuna presencia de don Angel Longarte,yerno de Sirolli, casado con su hija Emma, quién se dedicabaa filmar cortos documentales, el hecho quedó registrado ydurante muchos años la filmación fue exhibida en Canal 11 deSalta en el programa “La Historia también es Noticia” con laconducción de la conocidísima locutora Magdalena AmancaySirolli de Wayar, hija del Profesor Sirolli, ya fallecida.
El Profesor Sirolli realizó en esa oportunidad un estudiode la estratigrafía del depósito y la geomorfología del lugar.Durante el tiempo que realizaba dichos reconocimientos,que quedaron profundamente cincelados en mi memoria, medediqué a acompañarlo y él, advirtiendo el interés inusitadoque le prestaba, me explicaba con una infinita bondad ydedicación todo lo relacionado a las urnas funerarias, elhábitat de los indígenas, la cercanía de un río entonces de aguascristalinas y la formación de las terrazas en que se encontrabanenterradas. Fue este hecho lo que disparó en mi interior unaluz escondida y me decidió a tan temprana edad a estudiar loque ese hombre me había enseñado. Fue también allí dondeescuché por primera vez la palabra Universidad de labios deSirolli. Esto me consta porque tuve oportunidad de asistir auna dura polémica entre Sirolli y mi padre en oportunidadde las excavaciones arqueológicas en el cementerio indígenade La Pedrera. Mi padre entendió que Sirolli no compartía lacreación de la inminente Universidad Católica de Salta a lo queSirolli respondió manifestando que su preocupación era que lacreación de la Universidad Católica podría postergar aún másla creación en Salta de una universidad estatal “por la que yotanto vengo luchando” (palabras textuales de A. R. Sirolli).
Es importante destacar que a diez años de iniciados losestudios universitarios en la Facultad de Ciencias Naturalesde Salta (dependiente de Tucumán) ya habían egresado variosgeólogos y que tres de ellos defendieron sus tesis en 1963para optar al título de Doctor en Ciencias Geológicas. El Lic.Apolo Ortiz realizó un trabajo titulado “Estudio Geológicode las Sierras de Castillejo y Sancha, Salta”, bajo la direccióndel Dr. Oscar Ruiz Huidobro de la Universidad de BuenosAires. El jurado estuvo integrado por los doctores CelestinoDanielli, Casimiro Gutierrez, Enrique César Rayces, SaturninoJ. Iglesias y Marcelo Figueroa Caprini. La tesis fue calificadacomo sobresaliente con recomendación de publicación. ElDr. Apolo Ortiz fue así el primer geólogo doctorado de Saltacuando la facultad dependía de Tucumán.
También inició su tesis doctoral el Lic. Federico GuillermoMädel, con la dirección del Dr. Domingo Jakúlica, titulada“Relevamiento Geológico sobre la margen derecha delRío Juramento, Salta”. Estos estudios fueron previos a laconstrucción del embalse de Cabra Corral. Otro de losegresados, el Lic. Andrés Nicolás Lencinas, egresado de Salta,defendió su tesis doctoral en la Universidad Nacional deCórdoba titulada “Estudio Geológico del Flanco Occidental dela Sierra Chica y del fondo del Valle de Punilla, Córdoba” ycontó con la dirección del Dr. Telasco García Castellanos.
En 1973 comenzó el doctorado en Geología en la nuevaUniversidad Nacional de Salta. La defensa de la primeratesis fue la de José A. Salfity que dirigió el Dr. Juan Carlos M.Turner y trató sobre la Formación Lecho, una unidad arenosacretácica donde se encontraron restos óseos de dinosaurios yaves. La segunda tesis fue sobre la Formación Puncoviscanadel Precámbrico, de Ricardo H. Omarini de la UNC, dirigidapor el Dr. Bruno Baldis. La tercera tesis fue sobre las calizas dela Formación Yacoraite, de Rosa A. Marquillas dirigida por el Dr. José Salfity. La cuarta tesis, y primera de un ingresante a lanueva UNSa, fue la del suscripto, sobre los boratos andinos,turcos y norteamericanos, dirigida por el Dr. José Viramonte.Desde entonces han egresado de la UNSa otros doctores engeología procedentes de diferentes universidades argentinas.Hoy la UNSa cuenta con numerosos doctorados en distintasciencias, ingenierías y humanidades.
Eduardo Ceballos escribió la historia de la UniversidadNacional de Salta al cumplir 40 años. Hoy reedita su libro bajoel sello editorial de Mundo Gráfico cuando se han cumplido50 años desde que el presidente Alejandro Agustín Lanussefirmara el decreto de su creación en 1972 y que comenzara suvida activa en 1973.
Salta es reconocida hoy en campos universitarios tandiversos como catálisis, energía solar, procesamiento deminerales, enfermedades tropicales, informática aplicada,alimentos, energías no convencionales, salud, así como enestudios biológicos, agronómicos, geológicos, humanísticos, entre muchos otros. Y todo esto se logró en el último medio siglo, del cual el periodista y escritor Eduardo Ceballos nos entrega aquí una valiosa semblanza para conservar la memoria histórica como un tesoro para las nuevas generaciones.
Ricardo N. Alonso Doctor en Ciencias Geológicas Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Salta
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PRÓLOGO
El 8 de abril de 1997, gracias a la diputada nacional Gloria Abán, fueron galardonados nueve consagrados poetas de Salta: Roberto Albeza, Raúl Aráoz Anzoátegui, José Juan Botelli, Juan José Coll, Juana Dib, José Fernández Molina, Julio Ovejero Paz, José Ríos y Sara San Martín. Esto sucedió hace 25 años con la edición del libro Poetas salteños en el Congreso Nacional, que se presentó en el salón de Pasos Perdidos del Congreso de la Nación Argentina, junto a los poetas homenajeados, legisladores nacionales, reconocidos escritores argentinos y muchos amigos. En acto público se presentó el libro y se escuchó a los poetas homenajeados recitar sus propios poemas. Para esa ocasión se había comprometido a acompañarnos con su canción el consagrado artista Zamba Quipildor, que debido a otros insalvables compromisos no pudo ser de la partida; lo sustituyó en esa presentación Oscar Esperanza “El Chaqueño” Palavecino, quien actuó con todos sus músicos, llenando los espacios de ese histórico edificio con los acordes de la música popular de Salta. Luego las autoridades legislativas ofrecieron un servicio de lunch generoso, donde estaban los sabores de la cocina regional y los clásicos vinos de los Valles Calchaquíes. Fue una jornada para guardarla para siempre en la memoria.
Veinticinco años después, en las bodas de plata de aquel recuerdo, se instala nuevamente el homenaje, editando el libro Poetas salteños en el Congreso Nacional II, un libro conformado por tres libros: en la primera parte, algunos de los libros de poesía de Salta, aparecidos entre 1981 y 2022; luego el homenaje a lo producido por los poetas Emilia Virginia Acosta, Jorge Cornejo Albrecht, Edmundo del Cerro, Margarita Fleming de Cornejo, Elena Teresa José, Carlos Jesús Maita, Ricardo Federico Mena, Blanca Omar de Ludueña, Sergio Rodríguez, Marcelo Rafael Sutti, con sus datos biográficos y una selección de sus poemas; la segunda parte, o segundo libro, es la reedición del histórico Poetas salteños en el Congreso Nacional, donde se homenajeó a nueve poetas consagrados, con la edición completa desde la tapa hasta la contratapa; la tercera parte, o tercer libro, es la inclusión del Diccionario de poetas salteños, que contiene aproximadamente 500 voces de vates que dejaron su emoción impresa, todos de reconocida trayectoria, en su mayoría profesionales de distintas especialidades, destacados por su producción, que representan cinco a la ciudad de Salta y cinco a distintos pueblos del interior de la provincia de Salta.
La edición del presente libro se realizó gracias al estratégico apoyo del diputado nacional Carlos Zapata, quien representa a Salta, y se mostró interesado en acompañar este proyecto de homenajear a los poetas y en su persona a la poesía misma de Salta, por donde pasó la historia, el sentir de un pueblo que fundamenta el estilo de vida provinciano. El libro sale a la calle para instalarse en bibliotecas, escuelas, colegios, universidades, pregonando nuestra poesía.
La edición del libro del año 1997 se realizó en la imprenta de Salta, que es la misma que nos sigue imprimiendo la producción literaria. Con orgullo se trabaja para honrar la poesía de Salta, semillas que deben germinar en las otras generaciones.
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Tengo el espíritu vibrando ante la noticia que me proporciona la diputada nacional por Salta doctora Gloria Abán, sobre un homenaje a poetas salteños en el Congreso Nacional. Felicito a la legisladora y al diputado Marcelo López Arias, a todo su equipo y a las personas que colaboraron en este bello proyecto, creo, sin antecedentes en la historia de la cultura argentina. Porque honrar la poesía en el lugar mismo donde se generan las leyes es un gesto de inteligencia, de sabiduría, de sensibilidad, de reconocimiento.
Los pueblos que ocuparon roles preponderantes en la cultura universal respetaban la poesía. En Grecia, por ejemplo, la crítica literaria y artística se inicia formalmente con los sofistas. La ampliación del horizonte pedagógico, como exigencia de la democracia triunfante en Atenas y en muchos otros estados griegos, incluye, junto a la retórica, el estudio crítico de la poesía. Se trata de comprender, explicar y juzgar la obra de los poetas, a fin de poder usarla como elemento en la argumentación oratoria. La importancia de esa asignatura en la ratio studiorum (razón de los estudios) de los sofistas se comprende mejor cuando se tiene en cuenta que antes de la aparición de los filósofos (y aún después) los poetas fueron los verdaderos maestros de la moral del pueblo griego.
Que este público reconocimiento a poetas salteños en el Congreso Nacional sea un camino con proyección de futuro, sea el cultivo de semillas para germinar nuevos árboles y recoger sabrosos frutos. Honrar la poesía es el modo de proteger la tarea legislativa, que la misma conlleva, al ser la síntesis del sentir popular. En la medida en que divulguemos lo producido por los creadores argentinos, iremos descubriendo el rol de la patria que cada uno lleva adentro.
La gran riqueza de la poesía es la variedad, ya que cada autor vuelca en sus páginas sus riquezas. Lo de la variedad es válido, ya que Aristóteles afirmaba que “en la variedad se da la belleza”.
Aunque frente a una obra de arte no se puede decir que es bella o fea universalmente, porque esto depende de lo que a cada individuo le parece. Se puede decir, en cambio, que es correcta o no, en cuanto apta o inepta para fomentar la vida de la sociedad y de la especie humana. Algunos dicen que lo bello y lo feo difieren en la realidad y no solo en el lenguaje. Para descubrir la belleza debemos observar el sujeto, el lugar, el tiempo y las circunstancias que la conformaron. Para los egipcios es bello amasar la arcilla con las manos y la harina con los pies; para los griegos era exactamente al revés.
Si se analiza la poesía y se la examina profundamente, se aprenderá que en ella está tácita la otra ley para los hombres. Festejo también que la doctora Gloria Abán anuncie continuidad en esta tarea de honrar a la poesía y a sus protagonistas, porque es un acto de estricta justicia y porque se trabaja por el futuro intelectual de la patria.
Este hecho político-cultural será un hito y una señal para demarcar el camino que nos lleve a defender la soberanía cultural. El rico yacimiento intelectual que poetas y escritores argentinos han plasmado en sus obras debe ser protegido, apoyado, auspiciado y difundido. Allí está vivo el espíritu de la patria, que tiene la memoria y el saber para descubrir el diseño y el modelo. El perfil del futuro debe apoyarse, necesariamente, en el cimiento de lo ya hecho.
Este homenaje a nueve poetas de Salta puede ser el precedente que necesitaba la cultura nacional para prestar atención a las voces de nuestros legisladores líricos, que como en una gran clase magistral pueden corregir el rumbo de muchas conductas sociales.
Además, bueno sería que en nuestro país surja definitivamente la gran industria cultural para garantizar una salida laboral a los creadores y que sea considerada como un capítulo de desarrollo económico, como lo hacen algunos países que venden su producción en el mundo.
Que la moda de difundir frivolidades en los medios de difusión sea reemplazada por un programa inteligente, donde participen todos los sectores sociales, tendiente a elevar el espíritu y el conocimiento de nuestro pueblo. Para ello tendrán que sumar su esfuerzo y capacidad, los poderes políticos, los medios de difusión y los centros de estudio. El mejor modo de combatir los males sociales es elevando el nivel cultural de los pueblos.
Etimológicamente, la palabra poesía deriva del verbo griego ποιέω, que tiene una variada gama de significaciones como: hacer, fabricar, ejecutar, edificar, construir, realizar, celebrar, engendrar, dar a luz, producir, obtener, sacar, causar, poner, obrar, ser eficaz, crear, inventar, componer, suponer, representar, juzgar, procurar, asegurar, adoptar y otras acepciones. El sustantivo griego ποίημα se traduce como: acción, creación, adopción, fabricación, confección, construcción, composición, poesía y poema. El sustantivo ποιητής equivale a: creador, autor, fabricante, artesano, hacedor, legislador y poeta. La expresión ποιέω λόγος se traduce como: concertar la paz. La paz debe ser construida en una concertación de inteligencias argentinas. Toda la explicación etimológica sirva para reflexionar sobre una palabra que era de capital importancia entre los griegos, y que nos anuncie que este homenaje a poetas salteños en el Congreso Nacional sea el modo de adoptar una nueva actitud hacia la poesía, que será la forma de ayudar a comprender la vida, de descubrirle sus colores, su música y rescatar un aliento de alegría para abarcar la realidad que habitamos todos los días.
En nombre de los protagonistas de la poesía de Salta: gracias.
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INTRODUCCIÓN
Apuntando a enaltecer la poesía de Salta, en esta edición se agrega el Diccionario de poetas de Salta, extraído del Diccionario cultural del Noroeste Argentino, con el agregado de algunos nombres, para brindar un homenaje a hombres y mujeres que con sus voces y escritos sostienen la poética salteña. Se incluye a vates históricos, consagrados, que han dejado una profunda huella; también están los que bregan por dejar su emocionado testimonio; además, letristas de canciones, bagualeros que expresaron sus sentires, porque en todos ellos aparece la memoria de un pueblo que canta.
De este modo, se suma el presente homenaje como un gesto de gratitud. Este libro recibió el apoyo de la Cámara de Diputados de la Nación, como un aplauso oficial hacia una actividad señera por donde pasa el sentir de un pueblo. Con la obra de estos poetas se visualiza la historia, los paisajes, el sentimiento popular, que dibuja tiempos felices, duras angustias, la familia, la flora y la fauna. En la obra de estos seres humanos está la personalidad del pueblo, su estilo de vida, su idiosincrasia, su gracia y característica. Un mundo transportado con creencias, caballos, aparecidos, reflexiones filosóficas, árboles y todo el mundo circundante.
Será el modo de juntar un seleccionado grupo de personas, que expresan por su pueblo, que son parte de su esencia y ponen su emocionada presencia. Es un justiciero recordatorio honrar los nombres de los poetas de Salta, hombres y mujeres que movilizan intereses que de a poco se van extinguiendo en las sociedades de este tiempo.
En la poesía están los ideales, el amor, la aventura existencial, el asombro, esos mágicos ingredientes de la vida. También aparecen los códigos de respeto, de afecto, de buena vecindad, de generosidad, de sensibilidad, de ternura, que hacían de la existencia un capítulo más gozoso y festivo.
La poesía enseña el exacto camino del humanismo, a comportarnos como seres sensibles al servicio de toda la naturaleza, donde se incluyen los árboles, sus frutos, la fauna, los niños y los ancianos. La poesía colabora en construir la arquitectura interior, con los materiales de la vida transcurrida, las vivencias, las historias personales. Una esquina de deleite
donde se junta el conocimiento, la lectura, las observaciones, que otorga la dimensión exacta del mundo circundante, donde juega su danza el pájaro con el agua.
La poesía es una bella mezcla de música, formas, colores, que con habilidad el poeta recoge de los caminos por donde pasa con su espíritu de pintor, que utiliza sus palabras como pinceles. Honrar la poesía es festejar la vida con todas sus circunstancias. Son sueños con inocentes sentires, como los que posee el niño cuando abraza su jornada.
El poeta, como el picaflor, extrae el néctar de las flores, de su mundo y las desparrama por las calles como un fruto delicioso, que se expande por la calle como plegarias de amor. La poesía es un árbol que ha crecido de muchas semillas para poner su imponente presencia, para dar sombra, prodigar el sabor de sus frutos y poner toda su madera al servicio de la causa humana, para que la vida sea una fiesta, llena de cielos, de tierra, de ríos, de cantos. Alabados sean los poetas por poner en el mercado de valores ese cargamento vital, para pintar con melodías misteriosas el ritmo musical de cada día.
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PRÓLOGO
Escribir el prólogo de este libro, es como devolver un poco tantas atenciones recibidas. Susana Rozar es mi esposa y con ella compartimos desde hace muchos años los mágicos momentos de la existencia. Juntos recolectamos sueños, vivencias y procreamos los hijos para construir una familia. Desde esa armónica intimidad fueron creciendo los proyectos, que los llevamos por muchos caminos. Susana Rozar fue ganadora en un concurso latinoamericano de poesía en homenaje a Alfonsina Storni, organizado por la Fundación Givré, en el año 1983; luego tuvo reconocimientos y premios en Tucumán, en Tarija, Bolivia. Logró varios premios en España, tanto en prosa como en verso. Su tarea es de perfil bajo, porque es su estilo. Susana Rozar ya había publicado su libro de poesía ‘De todo un poco’, donde refleja sus emociones interiores. Ahora en el presente, muestra su prosa a través de cuentos, relatos, notas periodísticas y prólogos de libros de su esposo. También participó en la conducción de programas radiales en distintas emisoras de Salta y uno de sus prólogos, el del libro ‘Es Primavera’, fue traducido al italiano y por pedido de muchos amigos, se grabó el CD ‘Es Primavera’ con el contenido de ese poemario y Susana Rozar participa en esa grabación con la lectura de su prólogo, testimoniando con su voz ese momento. Muchos caminos recorridos con su esposo, descubriendo los secretos de los pueblos, ciudades a las que llegaron pregonando la cultura de su tierra y cargando en las alforjas de su memoria los testimonios recogidos. Una historia que nos vio pasar juntos, tomados de la mano, con el espíritu predispuesto para enaltecer cada instante de la existencia. En sus escritos están los recursos de su alta fantasía, la exquisita sensibilidad que le proporciona una visión distinta, la sencillez de una mujer humilde que rescata valores y emociones. Su escritura tiene la simpleza de lo bello y aparece su corazón de niña jugueteando entre sus recuerdos. Toda su dimensión humana asoma en sus palabras y el amor fermenta brotes esperanzados de verde para el futuro. Un libro variado y ameno, que muestra distintos momentos de vida creativa. Un jubiloso testimonio de sus sentires.
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PREFACIO
Juntamos estos ‘Testimonios en las letras’, para expresar un alto sentido de gratitud, por todo lo recibido en mi existencia. Racimos de emocionados mensajes, de personas que dibujan en el papel la transparencia de su espíritu. Trabajadores que llevan como bandera su mundo interior y lo comparten a través de sus obras. Seres que han consagrado su existencia al profundo servicio de la palabra con el más hondo sentimiento humano. Muchos ya se fueron para siempre de la vida, dejando sus señales para otras generaciones; otros siguen caminando los climas y los pueblos, con su esperanzado discurso. Por eso publico estos testimonios, que son recuerdo y futuro, como un gesto de respeto y admiración por todo lo dado. Representan a distintas geografías, a variadas épocas de nuestra historia. Consagrados profesionales con su carga de saber; entusiastas recolectores de vivencias; expresivos poetas con su mensaje lírico. Un modo de agradecer la generosidad que nos entregaron los días, en nuestro caminar por la patria. Más de setecientos libros testimoniados por sus autores. Es un homenaje de admiración a tanta gente que vive en mi memoria y en mi corazón.
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Prólogo I
Con su Diccionario cultural del NOA, Eduardo Ceballos aporta una de sus obras de más largo aliento. En este libro, producto de cuarenta años de trabajo, el autor revalida su compromiso con la cultural regional y, además, confirma su condición de corredor de fondo. Aquí Ceballos traza una completa carta geográfica de la producción cultural en las seis provincias que conforman la región Noreste argentino: la de mayor antigüedad, definidos rasgos culturales y diversidad paisajística. Con la culminación de este esfuerzo el autor salda algunas deudas. Una de ellas es la que tiene pendiente la producción cultural de Salta: abrirse a una mirada regional superadora de un añejo localismo. Otra, acometer la ardua y postergada tarea de confeccionar un ambicioso y amplio inventario de bienes y actores culturales de la región. Un inventario que organice y asegure la memoria grabada en letra escrita y garantice su preservación en repositorios públicos. Por último, rescata vínculos y relaciones personales, documentos vivos que suelen conducirnos detrás del escenario. Sin inventarios, el tiempo evapora o distorsiona la memoria. Una cultura se edifica, nutre y crece apoyada en una memoria rigurosa, tamizada y crítica: tal la materia prima de la historia. Este Diccionario cultural del NOA trasciende el solitario testimonio escrito y el traspapelado e inaccesible documento. El olvido es uno de los modos de mutilar, de sesgar la historia cultural, reduciéndola a una parcela: historia de la literatura, del arte, de la música o del teatro. Una historia cultural apoyada solo en la trasmisión oral, almacenada en la nostalgia y en episodios fragmentarios suele ser un buen abono testimonial y cualitativo pero insuficiente. Como señala en su libro ¿Qué es la historia del conocimiento? (2017) el historiador Peter Burke, la información dispersa puede y debe convertirse “en saber consolidado a lo largo de la historia”. Los inventarios culturales, lejos de ser rutinas burocráticas, aportan y organizan información: necesario componente cuantitativo que lleva al conocimiento. No sería justo con el autor de este libro ni tampoco con autores anteriores afirmar que, cuando se propusieron dibujar el mapa cultural de la región, encontraron un terreno inexplorado. Toda enumeración peca de omisiones, casi de forma inevitable. Aun así, mencionaremos algunos aportes de autores y publicaciones que despejaron este camino. A finales del siglo XIX y en el siglo XX, aportaron interesantes ensayos Moisés Oliva hijo, Pablo Subieta, Joaquín Castellanos, Juan Carlos Dávalos, Ciro Torres López, Arturo Gambolini, Juan B. Terán, Ricardo Rojas, Carlos Ibarguren, Alfredo Coviello, Daniel Ovejero, Ernesto Padilla, Juan Alfonso Carrizo, Luis Franco, Orestes Di Lullo, Horacio Rava, Roberto García Pinto, Bernardo Canal Feijóo, Raúl Aráoz Anzoátegui, Santiago Sylvester, entre otros. Hace veinte años se publicó una obra precursora de estos inventarios: La cultura en el Noroeste argentino (2000), obra coordinada por el historiador Armando Raúl Bazán. Algunos de los colaboradores de este trabajo son: Luis Alen Lascano, Isabel Aretz, Alfredo Bolsi, Olga Fernández Latour, Elena Rojas Mayer, Lucía Piossek de Zucchi y Alberto Nicolini. Walter Adet tiene el mérito de haber avanzado con su obra Poetas y prosistas de Salta. 1582 – 1973, el primer inventario -no antología- de poetas y prosistas salteños, donde se incluye un puñado de ensayistas. “Antologar es negarse a hacer concesiones”, escribió Adet. Su trabajo de “arqueología literaria”, más allá del mayor o valor de los textos, rescata nombres y obras “pero también un embalsamado cardumen de poetas pasatistas, 8 turistas de la poesía o de la versificación. ¿Por qué ocultar esta verdad en nombre de un malentendido fervor provinciano?”, se preguntó. Podemos ubicar a Adet como un observador capaz de tomar distancia crítica, conociendo de los riesgos de internarse en ese controvertido oficio. En 2013 se publicó en Buenos Aires un prolijo inventario cultural del NOA: Alfredo Coviello. Su tiempo. Sus circunstancias, magnífica y erudita recopilación de Guillermo Gasió. Este trabajo, organizado en quinientas fichas, incluye materiales sobre la cultura del Noroeste desde comienzos del siglo XX hasta el año 2000. En 1938, en su libro Crítica bibliográfica y análisis cultural, refiriéndose a la página bibliográfica que él mismo dirigía en el diario “La Gaceta” de Tucumán, Alfredo Coviello escribió: “Entiendo que, por primera vez en el interior de nuestro país, he conseguido establecer y organizar en forma digna la crítica sistemática y permanente de nuestra producción bibliográfica”. La tarea de Coviello fue continuada en años recientes en Tucumán por Ana María Risco, quien en 2009 publicó Comunicar literatura, comunicar cultura. Variaciones en la conformación de la Página Literaria del diario La Gaceta de Tucumán entre 1956 y 1962. También, por Soledad Martínez Zucardi en 2012 con su libro En busca de un campo cultural propio. Literatura, vida intelectual y revistas culturales en Tucumán (1904-1944). En Salta está pendiente un trabajo similar con los suplementos culturales de “El Tribuno” que dirigió José Juan Botelli, y los del diario “El Intransigente” de las etapas anteriores y posteriores al que dirigió en los años de 1960 Raúl Aráoz Anzoátegui. El primer inventario de periódicos de Salta lo aportó Miguel Solá en su libro La Imprenta en Salta (1924), tarea que continuó y actualizó la profesora Eulalia (Laly) Figueroa en la década de 1970, obra que permanece inédita. La ciudad de Salta fue capital de la Intendencia de Salta del Tucumán durante casi 32 años (1782-1814). Fue centro político administrativo del actual Noroeste argentino, más Potosí y un sector de la Puna. Otorgarle esa categoría fue un reconocimiento a la importancia que había adquirido en la región. Pero, en el campo de la documentación, esa importancia no le fue reconocida hasta hoy. No lo fue porque Salta es la única provincia que no publicó las actas de su cabildo, pese a que esas fueron transcriptas por archiveros hace 50 años. Mención especial merece Jujuy. Diccionario General, obra en doce tomos y 6.054 páginas, coordinada y realizada en gran parte por el teniente coronel Antonio Paleari, con asesoramiento del historiador coronel Emilio Bidondo. Esta voluminosa obra fue editada en 1993 durante el gobierno del doctor Roberto Domínguez, cerrillano por adopción. Regionales fueron grupos literarios como “La Brasa”, nacida en Santiago del Estero, y “La Carpa”. También, decenas de publicaciones. Una de las más importantes, “Sustancia. Revista de cultura superior,” dirigida por Coviello y editada en Tucumán, desde junio de 1939 hasta octubre de 1943. En sus inicios la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) creó un Departamento de Investigaciones Regionales que reunió institutos preexistentes. La UNT fue por antonomasia hasta el 70 la universidad del NOA. Para el rector de la UNT Horacio Descole (1946-1950), la región debía percibirse “como escenario integrador de todos los saberes teóricos y prácticos”. Tener los pies en la tierra, en la región, no debía relegar al olvido el objetivo de poner la mirada en el futuro y en lo universal. En 1938, en una carta a Ernesto Padilla, Alberto Rougés advirtió: “La idea de enseñanza regional, buena hace 20 años como recurso estratégico para obtener un instituto superior aquí, está perjudicando seriamente la expansión de la universidad hacia la universalidad”. En 1972, el proyecto de factibilidad de la Universidad Nacional de Salta, 9 coordinado por el doctor Arturo Oñativia, incluyó la orientación regional de la UNSa. Ilustrador de “Sustancia” fue el artista plástico salteño Ricardo Saravia, olvidado en la historia del arte en Salta quizás por haberse radicado en Tucumán. En octubre de 1951 se publicó en Tucumán el primer número de la revista “Norte. Revista argentina de cultura”, dirigida por el salteño Miguel Herrera Figueroa, Manuel García Soriano y Manuel Gonzalo Casas. Prologar un libro es un modo de celebrarlo y de agradecer el valioso aporte de su autor. Al comenzar esta introducción dije que, con su Diccionario cultural del NOA, Eduardo Ceballos saldaba una deuda de la cultura salteña durante años ensimismada y retraída. En parte, timidez; en parte, orgullo o escaso interés explicarían esa actitud. Hay señales que indican que Salta tomó distancia de las iniciativas regionalistas de Tucumán donde, en noviembre de 1966, de la inteligencia y capacidad de gestión de Gaspar Risco Fernández, nació el NOA Cultural. La creación del NOA Cultural fue pensado como “un movimiento hermanado en la unidad espiritual de la región Noroeste, que busca profundizar y fortalecer la conciencia de dicha unidad, y es la expresión institucional misma de ese movimiento, bajo el nombre de Comisión Coordinadora Permanente de Acción Cultural del NOA”. En agosto de 1974, con mi amigo el profesor Eduardo Ashur, redactamos “El NOA como Región”, cartilla que publicó en mimeógrafo el Centro de Estudiantes de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta y que utilizaron alumnos que ingresaban entonces. Años después, el aporte de Risco Fernández se prolongó en su revista “Cuadrante del NOA” y diez Jornadas Culturales del Valle Calchaquí, impulsadas a comienzos de la década de 1980 por Gustavo Bravo Figueroa, Luis M. García, Raúl Rodríguez Drago y Gaspar Risco Fernández. En octubre del año 2005, invitado por la Fundación Miguel Lillo y el Centro Cultural Rougés, participé en la VI Jornadas “La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste argentino (1900-1950)”. Además de exponer sobre el tema “Bernardo Frías, memoria familiar e historia local”, fui invitado a prologar el volumen que recogió los trabajos presentados en esa edición. A riesgo del desacuerdo de algunos salteños con un párrafo que escribí en aquel prólogo, considero pertinente transcribir un parte de él. Al hacerlo creo ser fiel, tanto a la confianza de Eduardo Ceballos al invitarme a presentar su libro, como al lector que lo tiene en sus manos. “Hasta los años ‘60 del siglo XX, la comunicación, el flujo de información y los intercambios al interior de nuestra región Noroeste eran activos y dinámicos. No creo que sea casual que la iniciativa de estas Jornadas, iniciadas hace más de diez años, haya nacido en Tucumán, donde sus intelectuales acreditan un interés de larga data por la reflexión regional. Fue aquí, en este Tucumán centro de irradiación más abierto que una Salta localista y orgullosa, donde –a mediados de los años ‘60– descubrí la región como problema”. El libro de Eduardo Ceballos modifica aquella opinión que, además, era una queja. La obra contiene una enorme información recopilada y organizada por el autor casi en solitario, pero siempre con el sólido apoyo de Susana Rozar, su esposa, sus hijos y nietos. De ese acompañamiento y de esa fragua casera salió esta contribución de enorme valor documental. Su trabajo es comparable a otra gran obra de 894 páginas, editada en 2006: el Diccionario de americanismos en Salta y Jujuy de dos especialistas salteños: Fanny Osán de Pérez y Vicente Pérez Sáez. La región no es solo un concepto geográfico. No debe ser una palabra usada y abusada para dar brillo a proyectos gubernamentales cuya única realización parece condenar ese concepto a la retórica. La región o se agota en una burocracia que la invoca, pero 10 que no la honra ni engrandece. Lo regional no es una nostalgia. No puede ser un muro refractario a la universidad ni un modo de abjurar de nuestra pertenencia a la cultura Occidental. Tampoco es una suma de provincias, ni una entidad contrapuesta a la nación. Lo regional no merece languidecer en la resignación, en la contemplación ni en la complacencia. Alfredo Coviello dijo que era necesario tener una idea crítica de lo regional, él lo considera no como una limitación espacial sino como un punto de referencia y de partida no solo de lo nacional sino también de lo universal. Él creía que era posible y necesario conjugar el espíritu de la tierra con el espíritu de lontananza: el desafío del siglo XXI.
Gregorio A. Caro Figueroa Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Prólogo II
La memoria de los pueblos se refugia en las páginas de un libro. Es éste el espacio donde se refleja la cultura de hombres y mujeres que entretejen la historia de un país, de una provincia, de una región. Para interpretar el espíritu de un pueblo es necesario conocer a sus creadores, a quienes con su obra fueron construyendo la imagen que define su identidad. Escritores, músicos, cantantes, pintores, actores, bailarines, con su arte van dejando testimonio de una vida, delineando un espejo del solar que se habita, de una comunidad y su gente, de sus sueños y realizaciones. Los artistas sostienen la imagen de los pueblos con sus risas y sus llantos, con su belleza y sus rebeldías, con sus paisajes y naturaleza, con sus legados y tradiciones. Trazar el devenir cultural de una región –en este caso el Noroeste Argentino- es rescatar su espíritu, su pensamiento, su forma de sentir y de obrar. Porque la cultura es el alma de los pueblos; es también su cuerpo, su rostro y la imagen que comunidad podemos mostrar al mundo. Cada hombre, cada mujer, cada artista con su obra va edificando los contornos y los pilares de la identidad, patrimonio de una región. El arte, en todas sus manifestaciones, proyecta la memoria colectiva, desenvuelve el hilo de lo vivido como imagen, va dejando su rastro en el camino de la existencia. Dice Jorge Torres Roggero que la cultura es también una relación ligada a la tierra, de modo que la vida del espíritu emana de un subsuelo geo cultural que configura el modo de ser desde las profundidades. Cada ser, cada artista, va dejando su impronta en la definición de una geografía, de una comunidad, de un pueblo, de una región. Con esta convicción, Eduardo Ceballos ha trabajado casi cuatro décadas investigando, registrando nombres y obras de creadores e intérpretes del norte del país pertenecientes a las provincias del NOA. Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja lo vieron en sus bibliotecas, librerías, actos culturales, en contacto con los protagonistas realizando entrevistas, rescatando testimonios que le dieran materia para producir un diccionario que contuviera a todos los que con su arte enmarcan la identidad de esta zona del país. Eduardo Ceballos inició este trabajo de investigación en 1984 y tuvo contacto con los más importantes escritores de la región. Consultado, nos dijo que su objetivo fundamental en la realización de este diccionario es reconocer el silencioso quehacer de miles de voluntades que dejaron su testimonio y aporte de época y de sus emociones. Ceballos ha tratado que no falte nadie. Ha sumado la contribución de escritores, literatos, poetas, científicos, historiadores, catedráticos, periodistas y funcionarios. Por las páginas de este volumen transitan grandes nombres de la cultura del NOA –algunos ya olvidados- y jóvenes artistas que inician su itinerario en el mundo de la creación. Un diccionario es según Pablo Neruda en la Oda que le dedica: “preservación/ fuego escondido, / plantación de rubíes, / perpetuidad viviente/ de la esencia, / granero del idioma”. La Real Academia Española lo define en dos acepciones: 1) “Repertorio en forma de libro o en soporte electrónico en el que se recogen, según un orden determinado, las palabras o expresiones de una o más lenguas, o de una materia concreta, acompañada de su definición, equivalencia o explicación”; 2) “Catálogo de noticias o datos de un mismo género, ordenado alfabéticamente”. Los diccionarios se clasifican acorde a la diversidad temática que contienen. En este 12 caso, “Diccionario cultural del Noroeste Argentino”. El diccionario es fundamentalmente un libro y como tal, un instrumento para la comunicación humana: preserva, difunde, trasmite y comparte el conocimiento. En este caso en particular, conforma un panorama cultural de nuestras provincias norteñas, ordena alfabética y temporalmente hitos o pilares del arte en nuestra historia y proyecta una visión regional donde dialogan las culturas provincianas, los medios de comunicación, los géneros literarios, la creación artística en todas sus formas tradicionales e innovadoras, grandes figuras y jóvenes creadores que en las diferencias encuentran y van trazando la identidad de este territorio y sus habitantes. Eduardo Ceballos es un escritor de larga trayectoria y en el ámbito de las letras se afianza su prestigio. Reconocido en el país, especialmente en la región del NOA donde reside (Salta), por su actividad literaria y periodística, su producción bibliográfica, su compromiso con el quehacer cultural; ha dedicado años de su existencia a la investigación para conformar este diccionario. Esta enciclopedia, como una antología, integra una materia y una época. Nos muestra la variedad de un universo de artistas, intelectuales, creadores, que han signado la cultura de un país, de una región y han reflejado el espíritu del pueblo proyectándolo al mundo. Es ésta una obra que por su complejidad y riqueza se convierte en una fuente de consulta y abre puertas a nuevas instancias de investigación. Celebramos este aporte bibliográfico de Eduardo Ceballos que pone en valor a la cultura del NOA.
Hilda Angélica García Docente y escritora. Presidente de la SADE, filial Catamarca Catamarca, noviembre de 2020
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Prólogo del libro
“TE CUENTO UNA COSITA III”
Eduardo Ceballos nos cuenta una cosita, es la N° III de este 2021, que nació en tiempos de pandemia, cuando la actividad cultural fue variando y trasmutando con los cambios sociales y los avances tecnológicos, permitiendo participar en distintas actividades a través de las redes y vincularnos con otros seres y lugares, ampliando nuestro conocimiento, potenciando nuestra información y creatividad. Aprendimos a mejorar nuestras habilidades y fortalecimos el espíritu. La tecnología forma ahora parte de nuestras vidas, aprendimos a usar sus herramientas, que nos sirvieron para transferir información y conocimiento. En una sociedad en constante cambio, era necesario que nos adaptáramos a esta nueva forma de comunicación tan efectiva. Para Eduardo es muy importante trasmitir sus conocimientos a las futuras generaciones, para que conozcan, de donde venimos y aprendan a valorarse como pueblo para no perder nuestra identidad. Es necesario que los niños del mañana sepan su historia, porque no se quiere lo que no se conoce y no se defiende, lo que no se ama; por ello consciente que internet es una herramienta fundamental para la difusión, así nace ‘Te cuento una cosita’. Si bien la tecnología nos contagia con usos y costumbres de otras culturas, que algunas personas las adoptan, Eduardo decidió resurgir como el Ave Fénix y utilizar estas mismas herramientas, para transmitir nuestro acervo cultural y subyugar a otras culturas, para mantener viva nuestra identidad. Pero como amante del libro impreso, no podía dejar de volcar sus cositas en el papel, para que como un valioso tesoro permanezcan guardados en bibliotecas, al alcance de quienes aman el conocimiento y sirvan para el estudio de lugares, personajes, instituciones, artistas, periodistas. Pequeñas notas de capítulos de nuestro diario vivir conforman este libro que hará volar sus sentidos y su imaginación al adentrarse en sus páginas, con la peculiar manera de transmitir sus conocimientos y volcarlos al papel para que usted amigo de las letras lo disfrute, lo comente y lo difunda entre sus conocidos. Haga Patria, defienda nuestra cultura. Deléitese con la pluma de Eduardo Ceballos, cuando abran sus páginas y les diga: ‘Te cuento una cosita’.
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PRÓLOGO
Ingresamos nuevamente a la máquina del tiempo, tomados de la mano del poeta Eduardo Ceballos, emprendemos un maravilloso viaje, recorriendo los recuerdos que quedaron grabados en su mente, como una nítida fotografía, que convida a los queridos lectores, para contagiarles el placer de sus vivencias y saberes, que permanecen guardados, como un tesoro, en el cofre de su memoria, para transmitirlos a través del papel a las futuras generaciones. Disfrutarán los mágicos momentos de su infancia, conociendo la escuela Julio Argentino Roca, momentos vividos en el Hospital San Bernardo, cuyas paredes lo vieron pasar en su infancia y en su adultez. Recuerdos futboleros de su juventud y también pinturitas dela vida nocturna en la Salta del ayer. El amigo, fue parte importante en su vida, con seres que dejaron una huella y le convidaron a compartir como el músico Martín Salazar y el inolvidable Víctor Ruiz; el Contador Víctor Hugo Claros, un ser excepcional, con fuerza creativa, que recuperó de su dura infancia, para cambiar su realidad y la de muchos jóvenes en materia educativa, en los distintos mandatos en la Universidad Nacional de Salta, ejemplo de persona, profesional activa, para lograr una juventud estudiosa y productiva. Con este libro, emprenderá viajes por el norte y otros pueblos como Cachi, Coronel Moldes, La Poma, El Galpón, Iruya, Vaqueros, Aguaray, San Lorenzo, Lumbreras, Sumalao, Palermo Oeste; también la evocación de Ingeniero Juárez, en la provincia de Formosa y la bella ciudad de Santa María, en los Valles Calchaquíes, de la provincia de Catamarca, con sus afables habitantes. El emotivo recuerdo del poeta Manuel J. Castilla, ‘Los poetas salteños en el Congreso Nacional’, el poeta José Gallardo, el médico-poeta-escritor Edmundo del Cerro, el gran Ariel Petrocelli. Los vinos de Salta, presentes en todas las fiestas, inclusive en los homenajes a la Pachamama, o por donde pasó la voz de Eduardo Madeo. Como amante de los libros muestra a la Biblioteca Provincial Victorino dela Plaza y también a la importante Biblioteca J. Armando Caro, de Cerrillos. Está la Plaza 9 de Julio, memoria pública de Salta; su compadre ‘Polito Rojinegro’; personalidades de la historia como Mariano Boedo, el general José de San Martín, José de Gregorio de Lezama, monseñor Miguel Ángel Vergara. Un capítulo muy especial para la tarea histórica que desarrolló diario El Tribuno; la nostalgia por todo lo producido por el Banco de Préstamos y Asistencia Social. También está el testimonio de libros de Eduardo Ceballos, reconocidos en otros continentes y en otras culturas, como en Italia y en Japón. Una profunda reflexión nos acerca‘desde su cuerpo’, para explicar el funcionamiento de la anatomía humana. Para leer y disfrutar y como dice el autor ‘Que les vaya bonito’.
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Prólogo
El recolector de sueños La poesía es una forma sublime de la búsqueda del saber. La raíz etimológica del término nos remonta a la antigua Grecia, donde se la entendía como “creación”. O también como “impulso creador”, como “arsis”.Fuera de la academia, podría decirse que la poesía atraviesa de alguna manera todas las formas de expresión, cuando quien escribe, pinta, canta y, también, quien decora un ambiente, hace una crónica periodística, o un libro de historia le deja un espacio.La poesía y el arte son absolutamente democráticas, porque están en el corazón de la humanidad. Un profesor salteño, Ricardo Martín Crosa, sacerdote, filósofo y poeta, enseñaba que el arte de las Cuevas de Altamira era arte en el mismo sentido que las obras de la Capilla Sixtina. Unas y otras eran las expresiones del genio humano.Homero es uno de los más grandes poetas de la historia. Su obra, que es la expresión de la experiencia helénica de su tiempo y la mitología que allí se manifiesta es la base de la filosofía, el arte y el derecho fundacionales de la Cultura Mediterránea.Ese impulso poético recorre con mayor o menor gloria a todos los pueblos del mundo, que sin excepción necesitan construir y manifestar su experiencia en el tiempo y en el espacio.La poesía no es propiedad de los poetas, sino de los pueblos.Salta se siente, legítimamente, tierra de poetas. Y son centenares los que incursionan en esa experiencia, muchas veces, en la intimidad de su casa, sin soñar con otra cosa que expresarse.Eduardo Ceballos lleva cinco décadas recopilando sueños, sentimientos, ilusiones, mitos y tradiciones de Salta. Amigo de muchos, admirador de muchos. Sin pretensiones metafísicas y con una fuerte vocación por el decir y el compartir, su vocación se manifiesta en una poesía bien salteña, impregnada de paisajes y de sentimientos íntimos de la patria chica. Pero también aparece en los 22 libros que anteceden a este que hoy acompañamos. Todos los recuerdos personales y las observaciones del “Gringo de mil caminos” rezuman la esencia de Salta. En ese contexto, las efemérides cuidadosas de su autoría cobran una dimensión diferente; son como un homenaje simple y sentido a la memoria de la Patria chica.Claro, nadie puede hablar de la obra de Eduardo Ceballos sin destacar el lugar que su revista La Gauchita ocupa en nuestra cultura.En este libro aparecen las columnas que el autor publicó en El Tribuno, junto con otros artículos que abrevan del mismo espíritu. Cuando escribe, Ceballos dice lo que siente, intenta una lectura poética del diario de cada día y parece tender su abrazo al prójimo sorteando grietas y desesperanzas.Probablemente, Eduardo Ceballos se ruborice de que el prólogo de un libro suyo evoque a Homero. El gran poeta griego es un paradigma inigualable, es un maestro universal. Y un maestro que enseña a pensar, sentir y contar la experiencia de la propia aldea. Pero en cada escrito, Eduardo muestra ese sueño. Y lo hace con la sencillez de Manuel Machado, quien escribió: “Procura tú que tus coplas/ vayan al pueblo a parar,/aunque dejen de ser tuyas/ para ser de los demás”. “Que, al fundir el corazón/en el alma popular,/ lo que se pierde de nombre/ se gana de eternidad”.
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Prólogo
Suma de años y de sueños lo que ofrece La Gauchita con esta ‘Antología poética’. Poesía recogida en los caminos, en los pueblos. Realizada con la participación de los consagrados y también de los humildes poetas de pueblos olvidados. Testimonios de vida. En su contenido hay lamentos, cantos de gratitud, homenajes. Más de 360 voces que muestran su intimidad, que sumadas a otras intimidades, van produciendo un tejido de sentimientos, modos de describir y ver la realidad.
Sumando la cantidad de kilómetros recorridos por los caminos de la tierra, de los pueblos, de ciudades y países del mundo, al que llegamos con nuestro mensaje. Esfuerzos y entusiasmos convocados. Duendes y bibliotecas, historias lejanas y paisajes del diario vivir. Todo ese aporte fue construyendo este libro, mezcla de asombro y afecto. Han participado en este más de cuarto de siglo mujeres y hombres, niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Cada uno dejó su mensaje, algunos con ternura, otros con dolor, con inocencia, con sabiduría, porque entre todos estos sentires está el pueblo con su poesía, trajinando la carga existencial que le corresponde. Un trabajo realizado con amor y respeto, con la perseverancia que otorga la confianza del camino elegido. Un modo de devolver lo mucho recibido de la cultura de Salta, de sus hombres y mujeres, que dejan y dejaron su legado. Con generosidad extrema, respetando la identidad personal de cada uno, tratando de entregar este gran ramo de poesía, como una demostración que la cultura camina con la gente y se mete en los ranchos, en las casas con jardines, en las grandes residencias. Cada uno con su visión, desde la óptica que le tocó en el reparto. Es todo un tiempo condensado con poetas que ya pasaron por la vida y dejaron sus fuertes señales, constituyéndose en seres consagrados, que siguen trabajando desde su legado. Otros, como arquitectos de la palabra, construyendo el edificio de su mundo para obsequiarlo a otros tiempos; además están los que empiezan a soñar con un mundo nuevo y posible. Todo esto se convoca en estas páginas. Están los pueblos, representados por sus poetas, que sueñan y cantan. Surgen claramente los poetas consagrados que ya se fueron de la vida: Juana Manuela Gorriti, Juan Carlos Dávalos, Manuel J. Castilla, Raúl Aráoz Anzoátegui, José Fernández Molina, Juan José Coll, Sara San Martín, Jaime Dávalos, José Juan Botelli, Antonio Nella Castro, César Fermín Perdiguero, José Ríos, Walter Adet, Jacobo Regen, Juana Dib, Antonio Vilariño, Hugo Alarcón, Roberto Albeza, César Antonio Alurralde, Ariel Petrocelli, quienes han dejado un anchuroso mensaje de Salta para todos los tiempos. Entre las destacadas voces poéticas de otras provincias, se incluyen a Jorge Méndez, autor de la canción ‘Puerto Sánchez’; al destacado vate riojano Héctor David Gatica, autor de importantes libros, que enaltecen la cultura de su tierra; el notable poeta de la quebrada jujeña Domingo Zerpa, que dejó un valioso testimonio de sus cerros y Germán Choquevilca, poeta terrenal, que pone el paisaje en su palabra; se suma la poesía de David Lagmanovich, estudioso y catedrático de la Universidad de Tucumán, gran conocedor de la literatura del noroeste. También participaron voces poéticas de países latinoamericanos como Enrique Godoy Durán, de Guatemala; México presente en la pluma de Juan Carlos Castrillón, Miguel Soto y Cristina de la Concha, quien preside la Unión de Escritores Latinoamericanos; de Paraguay, Tito González, gran conocedor de Salta; de Perú, la doctora y poetisa Gloria Dávila Espinoza, defensora de su raza; René Aguilera Fierro, representando a Tarija, Bolivia, ciudad que convoca a escritores de todo el continente. A continuación, se incluye la nómina de personas que han plasmado su emoción a través de algún poema, los que figuran en orden alfabético para que sea más fácil ubicarlo; los pueblos, ciudades o países, también están en orden alfabético, para facilitar la búsqueda. Los poemas aparecen en orden cronológico como fueron apareciendo en revista La Gauchita.
Aguaray: Iris K. Alcoba, Nena Alcoba, Roque Armella, Leonor Barroso de Gallego, Elio R. Barroso, J. Sebastián Bulacio, José M. Cáceres, Juana D. Cáceres, Vázner Castilla, Pedro C. Cenzano, Fermina F. de Escobar, Viviana de los Ángeles Grágeda, Fabiana Idara, Gabriel Mójica, Carlos Páez, Mirta Salce, Julio César Salina, Viko Talero, María Victoria, Víctor Zárate. Angastaco: Rolando Flores. Buenos Aires: Eduardo Allegri, Thono Báez, Francisco Díaz, Juan C. Fiorillo, Manuel R. López, Luis O’Connor, Alicia Poderti, Eugenio Rodríguez, Carlos Staffa Morris. Cachi: Martín Adolfo Borelli, Valentín J. Guzmán Moya, Arturo Moya. Cafayate: Roberto J. Aráoz Guanca, Marta Cabezas, Juan José Coll, Raúl R. Guantay, Sergio Guerra, Cesáreo J. Pastrana, Mario E. Soria, Carlos N. Vega. Campo Quijano: Ramón I. Aguilar. Campo Santo: Ricardo Nallar. Catamarca: Domingo V. Navarro. Cerrillos: María Inés Dávalos, Luis Gualter Menú, Sara San Martín. Ciudad de Salta: Emilia V. Acosta, Walter Adet, Gustavo R. Agüero, Héctor A. Aguirre, Hugo Alarcón, Roberto Albeza, César A. Alurralde, Luis Andolfi, Raúl Aráoz Anzoátegui, Rodolfo Aredes, Rafael Argañaraz, Pedro Andrés Arranz, Rocío Chunco Andrés Arranz, Romina Inés Arroyo, Liliana Bellone, José Juan Botelli, Mario F. Burgos, Francisco Cabrera, Gabriel A. Calderón, José Cantero, Elsa A. Carabús, Miguel A. Carreras, Miguel Á. Cáseres, Leopoldo Castilla, Manuel J. Castilla, Andrea V. Ceballos, Eduardo Ceballos, Vicente E. Ceballos, Viviana C. Ceballos, Roxana E. Celeste Dib, Jorge Cornejo Albrecht, Hernán Dávalos, Jaime Dávalos, Juan Carlos Dávalos, Edmundo del Cerro, Jorge Díaz Bavio, Juana Dib, Jorge Armando Dragone, Lucio W. Erazú, Víctor Hugo Escandell, Luis A. Escribas, Raqel Escudero, Raúl F. Fabián, René Fabián, Néstor C. Fadel, Francisco Fernández, José Fernández Molina, Julio Fernández Molina, Jorge R. Ferrero, Elsa Figueroa de Michel Torino, Pedro Servando Fleita, Humberto Flores, Miriam Fuentes, Roberto Adán Galli, Fernando García Bes, Jorge Adrián Gianella, Katia Gibaja, Luis A. Gómez, Ricardo Gómez Solá, Graciela A. Gonta, Juana Manuela Gorriti, Antonio Gutiérrez, María Angélica de la Paz Lezcano, Mario F. Lozano Barrientos, Mario Lozano Cazón, Mario César Lozano, Rodrigo C. Lozano, Rolando V. Luna, Julio C. Mac Farling, Leo Malcó, Pablo Mangini, Luis E. Marchín Biasutti, Beatriz Marcovici de Romero, Matilde I. Martínez de Trogliero, José Dante Mazzaglia, Ricardo Federico Mena, Celso Molina, Felipe Alberto Molina, Petrona Morales de Villa, Veniero Morandi, Juan Carlos Morizzio, Miguel Navarro, Antonio Nella Castro, Patricia Ocaranza, Hugo R. Ovalle, Julio Ovejero Paz, Amy Patterson, Héctor A. Paz, César Fermín Perdiguero, César Sergio Perdiguero, Rubén Pérez, Ariel Petrocelli, Guillermo Petrón, José Darío Pizarro, Jacobo Regen, José Ríos, Raúl Eduardo Rojas, Susana Rozar, Clara Saravia Linares de Arias, Jorge Amado Skaf, José Stauffer, Marcelo R. Sutti, Juan Tolaba, Benjamín N. Toro, Zulema U. de Torino, José Vasconcellos, Juan Nolasco Vides, Antonio Vilariño, Donato Eugenio Villa, Juan Carlos Wizny, Antonio Yutronich. El Carril: Marcial Tolaba, Gabriela R. Vega de Ávila. El Galpón: Fabio N. Barqués, Mario A. Padilla, Nora Paz de Farfán, Estela Valencia. EEUU: Carlos Elbirt. EL Palmar, Jujuy: Ramón Portal. Embarcación: Javier Pinto. Entre Ríos: Jorge Méndez. España: Chus Feteira, Zulema Guerrero F. General Güemes: Gery Acosta, Nicolás Arriagada, José A. Delgado, José Ambrosio Ortiz, Patricia Rodríguez, Belén Tejerina, Verónica M. Terroba, Juan Carlos Varela. Guatemala: Enrique Godoy Durán. Hipólito Yrigoyen: Carlos A. Contreras, Eduardo Cordero, Sergio Fernández, Margarita Gerónimo de Pomo, Ruth G. Guzmán, Martina A. Ochoa, José Luis Ordoñez, Juan de Dios Pérez, Juan José Pérez, Patricia Graciela Pomo, Patricia E. Reynoso de Romero. La Esperanza, Jujuy: Mirta D. Paz de Tripailao. La Mendieta, Jujuy: Juan Carlos Laura. La Rioja: Héctor David Gatica. Las Lajitas: Rosa Saravia. Mar del Plata: Beto Moya. Metán: Alisabel, Curi Arredondo de Chachagua, Elva Rosa Arredondo, Ramón Bazán, Ángela D. Carrizo, Mónica Corrales, Emma Chaya de Ocampo, Iracema da Silva, El Gauchito Pirincho, María Trinidad Ibañez de Chagra, Azucena Lagoria de Concha, Alba Luna de Corrales, Olga Pavón, Lucho Ponce, Marcela S. Romeri, Lourdes A. Salazar, Luisa del Valle Segovia. México: Juan Carlos Castrillón, Cristina de la Concha, Miguel Soto. Orán: Teresa Alvarado, Ramiro Añez Campos, Agustín Arévalo, Agustín Bas Luna, Isaac Canyo, Alcides Flechas, Segundo A. González, Raúl M. Guerrero, Angélica Limpitay, Ramón N. Lozano, Rosa Luna, Raúl H. Luterstein, Antonio Martínez, Antonio Olivares, Ester Paredes, Antonio Salazar Martínez, Silvestre Saracho, D. Adolfo Zerpa. Paraguay: Tito González. Perú: Gloria Dávila Espinoza. Pichanal: Nicolás Corbalán, Pablo Ontivero, Delfín Pereyra, Víctor H. Zambrano. Rosario de la Frontera: Luis Ramón Abadía, Carlos J. Maita. Rosario de Lerma: José A. Morales, Beatriz Robles, Sergio Rodríguez. Salvador Mazza: Héctor B. Aballay, Eloisa Álvarez, Vicente Barboza, Silvia S. Blasco, María V. Corte, Olga de Sanctis, Norma Gareca de Sorani, Maruja Lescano, Fernando J. Paz, Roberto Peralta, Cecilia Rodríguez, Lucía del Pilar Suárez de Prada, Myriam Villagrán de Leiton, René Warnes Vidal, José H. Wayar. San Antonio de los Cobres: Pedro Lázaro, Nicolás Soriano. San Carlos: Silvio Burgos. San Pedro de Jujuy: Ernestina Acosta, René Donaire, Simón Gómez, Yone Rojas de Armella, Dody Rojas. San Salvador de Jujuy: Susana Aguiar, Raúl Calizaya, Sergio Zago, Domingo Zerpa. Seclantás: David Rueda. Tarija, Bolivia: René Aguilera Fierro. Tartagal: Jorge R. Acevedo, Esther T. Dreer de Adamson, Raquel Guzmán de Dallacamina, Carlos Laime, Jorge R. Tapia. Tilcara, Jujuy: Germán W. Choquevilca, César Gallardo. Tucumán: Carlos Michaelsen Aráoz, David Lagmanovich, Humberto R. Villa.
También integran este libro, poetas de distintas latitudes: Cintia Abadía, Abel Elías Alancay, María Esther Ale de Talero, José Luis Appleyard, Janito Arjona, Marcos Antonio Arroyo, Carmen Rosa Astigueta, Enrique Baillinou González, Víctor Hugo Barrojo, Francisca B. de Ferraro, Roberto Benaventos Gómez, Adriana Cajal Vicente, Juan Calchaquí, Félix Bas Cardozo, Napoleón Andrónico Carrera, Manuela Castro, Raúl C. Chocobar, Norma Alicia Díaz de Tiberi, Jaime Díaz, Juan Carlos Espinassi, Beatriz García, Carlos García, Guillermo García, Edgardo García Pecci, Carlos Giménez, Luis Miguel Girón, Teresa de Jesús Guanca, Sergio Guzmán, Indio Arenas, Gonzalo Xavier Iñiguez de Gil, Efmamj Jasond, María Kawior, Daniel Langa, Jesús Langa, José Luis Lezcano, Letizia Julia Limardo, Rebecca Lisinsky, Eli Elvecia López, Juan López, Yolanda López, Lucero del Alba, Mónica Luna de Corrales, María Adela de Marco, Sebastián Alfredo Matthews, María Cecilia Mazza, Liliana Mesa de Nunes, Horacio Alberto Miranda, Sonia G. Moreno Fasola, Sebastián Ramón Muñoz, Juan José Ordoñez, Mariano Pagura, Palma Jairo, Félix A. Pelo, Ana Gabriela Pinto, Dominga Puca, Antonio Quijano, Lilliam Rádich de Ocaranza, Víctor Rodríguez, Nora Rojas de Frean, Beatriz Romano, Eduardo Atilio Romano, Jorge E. Royo, Roque Alberto Rueda, Gladis Nilda Russo, Soledad Lilian Sánchez Goytea, Ariel Sandoval, Carmen Liliana Santillán, Manuel Soledad Siares, Juan Víctor Soto, Jorge E. Tolosa, Viviana Raquel Torres, René Trosero, Guillermo Villegas, María Cristina Yarade de Genovese.
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Prólogo
La revista salteña coleccionable La Gauchita, publica el cancionero que difundió, para seguir mostrando a poetas y músicos, autores y compositores, que pasaron por nuestra páginas. Hay autores históricos reconocidos, también jóvenes que ya vienen mostrando lo suyo y los nuevos exponentes que se muestran por todos los pueblos de la provincia. Un modo de enaltecer la canción nuestra de cada día.
Entre los que aportaron su talento creativo: Jorge Díaz Bavio, Lito Nieva, Sergio Nieva, Jorge Mlikota, Alberto Herrera, Omar Romeo, José Ríos, Julio César ‘Acuarela’ Ulivarri, Hugo Alcoba, Rubén Chammé, Domingo Vicente Navarro, Ernesto Toledo, Ricardo Mena, Roberto Juri, Julio A. Rodríguez, Miguel Navarro, Angélica Aybar, Pedro Servando Fleita, José A. Carrasco, Omar Guanuco, Marcelo ‘Tigre’ Cayón, Yuyo Montes, Julio Argañaraz, Alberto ‘Charango’ Martínez, Calixto Rosario Ríos, Mario E. Soria, Lucio E. Alí, Héctor Hoyos, Carlos Zambrano, Armando M. Tapia, Berardo Barboza, Julio Argentino Di Gullio, Miguel Gorosito, Ramón Bazán, Carlos Peñalva, Manuel José Fernández, Sergio Quiroga, Rubén Bazán, Estela Fernández de Benítez, Amador Talero, Mario López Nuñez, Ricardo Martínez, Claudia O’Nill, Lalo González, Humberto Wayar, R. Villarroel, Ubaldo Díaz, Juan Nolasco Vides, Roberto Adán Galli, Vázner Castilla, Raúl Cardozo, Osvaldo Gerardo Nievas, Aurelio González Canale, Marcela S. Romeri, Roberto D. Viñas, Lucho Ponce, Panchito Acosta, Berta Imperio, Beto Lobo, Pedro C. Cenzano, Tito González, Víctor Hugo Escandell, Francisco ‘Paquito’ Fernández, Daniel Pascual, Dante Valdiviezo, Juan Carlos Abraham, Eduardo Ceballos, Martín A. Salinas, Gabriel ‘Bigote’ Calderón, René San Millán, Tury Aguirre, Raúl Aguirrebengoa.
Entre los más conocidos: César Perdiguero, Armando Portal, César Isella, Manuel J. Castilla, Julio Espinosa, Jaime Dávalos, Gustavo Leguizamón, Casimiro Cobos, Ariel Petrocelli, José Gallardo, José Juan Botelli, Mario Teruel, La Moro, Luis H. Morales, Artidorio Cresseri, Eduardo Falú, Luis Timoteo Pezzini, Juan José Solá, Abel Mónico Saravia, Marcos Tames, Daniel Toro, Hugo Alarcón, Gregorio Nacianceno ‘Zamba’ Quipildor, Tucano Gutiérrez, Roberto Zapiola, Ramón Ayala, Hugo Roberto Ovalle, Simón Gutiérrez, Rafael de León, Mario Álvarez Quiroga, Horacio Aguirre, Atahualpa Yupanqui, Segundo Aredes, Ernesto Cabezas, Ica Novo, M. E. Espiro, Héctor Shmunchk, Oscar Palavecino, Carlos Nieva, Miguel Cabrera, Roberto Ternán, Daniel Altamirano, Pedro Favini, Rubén Pérez, Peteco Carabajal, Pedro Junco, Los Hermanos Ábalos, Jorge Hugo Chagra, Julio Camilioni, Félix Luna, Ariel Ramírez, Isamara, Domingo Ríos, José Adolfo Vasconcellos, Dúo Martínez-Vaca, Arturo León Dávalos, Marcelo Berbel, Sara Solá de Castellanos, Amy Pa terson, Sergio Santi, Martín Miguel Dávalos, Enrique Santos Discépolo, Armando Tejada Gómez, Enrique “Chichí” Ibarra.
Un racimo importante de canciones que se mueven en la memoria popular y canta el pueblo, porque en ellas se reflejan instantes de la vida de cada uno. Es un modo de acompañar a la música, que constituye alimento para el alma y es fuente de alegría. Espero que esta recopilación sirva en la rueda de los afectos, con parientes y amigos, para hurgarle el secreto a cada canción y expresarla a toda voz y con el corazón encendido.
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Prólogo
Ojalá el mensaje del autor sirva para que descubramos las riquezas y bellezas de nuestro tiempo y tengamos la capacidad de, como él, generar reflexiones y contar como un cuento esas vivencias a las generaciones venideras.
Amable en el trato, así es el escritor salteño, Eduardo Ceballos. Sereno en la conver- sación y en sus profundas reflexiones sobre la vida y el mundo. Su mirada llega lejos y su voz acorta distancias: en el saludo familiar, con la suavidad del nombre propio en diminutivo, y en la despedida, infaltable, el “que te vaya bonito”.
En verso y prosa -son variados los libros de su autoría- es consciente de la finitud de la vida, pero con una visión esperanzadora. Elogia la familia, los amigos, la vida, el mági- co camino de las palabras por donde transita su corazón en la búsqueda del sustento de valores, liberando la semilla generadora de lo bueno, de la cultura que acrecentó con los años en el Seminario Conciliar de Salta.
Eduardo Ceballos es Director del Instituto Cultural Andino y de La Gauchita, revista de entrega mensual, prolija, atractiva por fuera y enriquecedora por dentro. Ventana abierta al mundo para mostrar Salta en el pasado, el presente y lo que vendrá. Com- promiso de largo alcance por amor a su provincia. La Gauchita nació un primero de abril de 1993. Este año ha cumplido los 25: un cuarto de siglo en que este salteño ha hecho de su vida un acto de fidelidad y ahora, como un padre orgulloso de su hija, vuelve su mirada en actitud retrospectiva para recrear en palabras, episodios y vi- vencias que acompañaron el crecimiento de la revista. Con el corazón engarzado en recuerdos. La Gauchita sigue abriendo caminos. Es verdad: “La Gauchita es de Salta y hace falta”.
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Prólogo
La vida es ese viaje inmenso que cada uno hace como quiere, como puede, como le va saliendo. Inevitablemente, nos encontramos con seres y circunstancias que nos sorprenden, que no esperábamos, pero que nos terminan alcanzando. Y también nos vemos rodeados de diarias decisiones, elecciones, que nos llevan a la encrucijada de tener que optar por un camino, desechando otro.
Por eso los seres humanos tenemos vidas tan diferentes. Son tantos los factores que influyen, que ni siquiera hermanos inseparables pueden atribuirse vivir igual.
El camino escogido por Eduardo Ceballos es pedregoso pero lleno de encanto. No resulta fácil vivir priorizando el conocimiento antes que el dinero, la familia y los amigos antes que el negociado. Con su ingenio y creatividad este luchador incansable podría haber ‘amarrocado’ dinero y propiedades, pero no es eso lo que llenasus días. Por eso eligió la poesía, la música, los afectos, sin nunca negociar sus ideales. Quizá por eso recuerda la Salta del ayer con tanta claridad, porque la vivió profundamente, la aprehendió.
En este libro nos invita a recorrer pintorescos momentos de su vida, para detenernos juntos en cada esquina, y descubrir los personajes y las historias que construyeron la Salta que habitamos hoy. La intensidad de su amor por esta tierra se pone en evidencia en cada anécdota, en cada persona mencionada y en las enseñanzas que nos ofrece en su mensaje.
El pasado adquiere importancia cuando le asignamos significado, un sentido en la construcción de nuestra identidad. El autor de este libro nos ayuda a reconstruir estas redes que nos harán sentir parte de una Salta que -ya no es, pero que- sirvió para llegar al presente con esta identidad que nos caracteriza.
Eduardo Ceballos pone el sentimiento y la emoción en cada palabra expresada. Dibuja los paisajes de nuestra Salta, no sólo los naturales, sino también los urbanos y las vivencias domésticas. Nos transporta en el tiempo ubicándonos en los rincones de nuestra provincia, para mostrarnos pasajes que parecen estarse olvidando.
Ojalá el mensaje del autor sirva para que descubramos las riquezas y bellezas de nuestro tiempo y tengamos la capacidad de, como él, generar reflexiones y contar como un cuento esas vivencias a las generaciones venideras.
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Introducción
Bella la tarea que me encomendó el querido amigo Lalo González, director del romántico Trío Azul. Para ello me acercó un testimonial ‘Libro de Actas’, que fue recogiendo palabras y sentires de muchas personas desde hace muchos años. También me entregó una gran cantidad de recortes de diarios, de distintas épocas que fueron testimoniando su paso por la canción y por la vida. Recurrimos por otro lado a lo publicado por la revista salteña coleccionable ‘La Gauchita’, por ser otra importante fuente que cuenta del largo transitar de este Trío Azul, que representa a Paraguay, su tierra natal, y Salta, Argentina, lugar de residencia y desde donde sale de gira para llevar el cancionero latinoamericano que siempre lo acompaña.
Un gusto poder servir de nexo, entre los lectores y la historia del Trío Azul, extensa y generosa. Estas páginas me devuelven el ayer pletórico de bohemia y de canciones. Caminamos los mismos tiempos y compartimos los mismos amigos. Este trabajo del ayer se hace presente en mi memoria. Disfruto cada recuerdo y percibo que cada lector también disfrutará revivir aquellos bellos momentos.
El mundo que siempre gira velozmente sobre su eje fue cambiando los pueblos, las ciudades y los hombres. Las costumbres pasan como la vida y surgen como pinturas las imágenes del ayer hechas recuerdos.
Entre los testimonios están los afectos, el arte; gente que aún nos acompaña y otros seres que ya pasaron; a través de este trabajo vamos a resucitar a los amigos que ya no están.
Cada palabra recogida cuenta de la admiración por el Trío Azul y especialmente para su director el valorado Lalo González. Son sonidos gráficos escritos con la sangre, que le ganaron al olvido. Para Lalo González es un certificado de buena conducta, de buena persona, de ser sensible y afectuoso. Si todos los hombres tendríamos la constancia de sumar testimonios, contaríamos con la historia personal de cada uno. Un milagro haber pedido un poquito de tiempo a los amigos, envuelto en palabras, que reflejan el momento justo. Cada palabra funciona como semilla, que produce árboles en la memoria, con frutos sustanciosos con sabores y alegrías.
Ya ha pasado más de medio siglo y el Trío Azul sigue cantando con la fresca alegría renovada. Pasaron integrantes que aportaron su talento a esta historia que nos ocupa. Son los sobrevivientes del ayer y los representantes de los amigos que se fueron.
Despacito se irá deshojando esta historia, mientras avance la lectura. Si usted estuvo cerca de Lalo González y su Trío Azul, si compartió algunos momentos se sorprenderá gratamente cuando se encuentre en sus páginas. Si los parientes que ya no están, pero usted sabe que eran amigos del Trío Azul, seguramente los encontrará regresando de la muerte para quedarse vivo en el recuerdo.
Es fantástico el mundo de las ideas, aglomeran paisajes, situaciones y vuelven en forma mágica. Gracias por delegarme la tarea de transportista de tantas emociones, de poder revivir con tu historia, tramos de mi existencia. Gracias por ser de aquí y de allá, como decía el poeta Hugo Alarcón, con quien compartimos las mesas y las canciones. Este trabajo será internacional como Lalo, unirá los sueños y los amigos de Paraguay y de Argentina, porque allí están los guaraníes y los gauchos levantando la bandera de la confraternidad.
Cuántas guitarras, canciones, escenarios, amigos se convocan en el recuerdo. Bueno que Lalo González haya crecido en la osadía de mostrar su mundo compartido con miles de seres, que fueron armando un collar en la memoria.
El tiempo es un escultor que moldea en la carne de los hombres, el rigor del asoma y les cambia los colores, pero lo que perdura en estas páginas lo muestra jovial y eterno. En el barro de la sangre prosperan los hijos, como brotes nuevos para subirse al imaginario colectivo de la vida y llevar a sus hijos en un interminable desfile donde vive el amor y la inocente alegría de los nietos.
Todo es suma, un modo de acompañar su intimidad solitaria, para no quedarse con las manos vacías. La soledad se rompe con el recuerdo de tiempos felices. Gracias Lalo por hacerme cómplice de tu aventura y permitirme entrar a la casa de todos los amigos, a prender el ‘brasero’ donde se saborean los emotivos encuentros del ayer, de hoy y de siempre.
Que la vida te conceda la alegría de seguir construyendo la casa grande de los románticos, de la ternura y tu canción sea la herramienta exacta para sacar las malezas de las almas y para que florezcan fragantes flores nuevas, que dibujen sonrisas.
Gracias Lalo González a ti, a tu familia y a tu histórico Trío Azul, por la presencia, por la canción, por la amistad, por tu hidalguía, por todo lo que recogiste y por todo lo que das en forma permanente
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Prólogo
Como un canto a la vida se ofrece el poeta en estos versos. Despliega en las páginas de este libro el saber que le dio el camino recorrido, el observar tranquilo, el haber amado la lectura y el conocimiento. Derrama sus experiencias y sapiencias con generosidad total, como quien entrega el más valioso de sus tesoros.
Para cantar a la vida es necesario amarla, y haberse aferrado a ella con todas las fuerzas, salvando todos los obstáculos. Para entender la vida es necesario haber visto de cerca la muerte, y haber dialogado con ella, en ese momento crucial que nos obliga a tomar coraje y a dar vuelta la mirada para descubrir lo esencial, lo trascendente, lo importante.
Y en ese camino que recorre canta a la vida, la contempla cual fragante flor, deshojando uno a uno sus pétalos para ofrecernos su fragancia. Flores de diferentes matices asoman tras su pluma. Nos dibuja la alegría, el llanto, el placer, el dolor, el amor, la amistad, el compromiso, el terruño, la infancia. Vuelve con su palabra a tiempos abuelos, rescata la memoria de nuestro pueblo, a través de las páginas de la historia.
Aparecen rostros amigos, paisajes encantados, pero sobre todo, porciones de su propia vida. Rinde un sincero homenaje al amor, en la persona de mi madre, su esposa; en las palabras tiernas dedicadas a los hijos y los nietos; a “Los Notables”, compañeros de sus años de seminarios, hermanos elegidos para transitar la vida; a familia y amigos entrañables tales como: Cristina López Ceballos de Román, a su esposo Pocho y su linda familia; al poeta Juan Ahuerma Salazar; al Vicerrector de la unas, doctor Miguel Boso y familia; a Ema Alicia Silvetti y Alicia del Rosario Silvetti; a Félix J. Coro; Zamba Quipildor, Gastón Cordero, Santiago Albarracín Cointte, Vázner Castilla, Hugo Víctor Barrenechea (Santa María, Catamarca); José Gauna ‘El Chuña’; Alfredo ‘Tambita’ Villegas; Gloria Dávila Espinosa (Perú); José Paz (Tarija, Bolivia); María Cristina de la Concha (México); Rubén Zusman, Meli Salim; César Isella; Ermes Riera y familia; Roberto Ternán; Daniel Toro; Sergio Santi (Mendoza); Pancho Cabrera; El Negro Baltasar; Ana Pais (Catamarca); Alicia Martínez, el ‘Charango’ Martínez y ‘La Charanguita’; Rubén Pérez y familia; Agustín Usandivaras; Horacio Bartolucci (Capital Federal, Buenos Aires); María Amelia D`Andrea y Eduardo Enrique Pérez (Tucumán ); Estela Yened (Chicoana, Salta); Cinthia y René Costello (Las Lajitas, Salta); Roberto Ledezma (San Luis); Jorgelina y Hugo Abad (Quilmes, Buenos Aires); Edmundo del Cerro y familia; Los Cantores del Alba; Norberto ‘Kuki’ Molina; Víctor Hugo Claros; Oscar Monterichel; Héctor David Gatica (La Rioja); Cristina de Cristófani y sus hijas Florencia y Carolina; Lina y Josito Aguirre; Teresa y Francisco ‘Paquito’ Fernández; César Antonio Alurralde; Gaspar Julio Jovanovich; Marta y Oscar Finotti; Walter Chihan; Carmelo Perri; Walter Luis; Alfonso Nassif (Santiago del Estero); Lucía Solís Tolosa y Gregorio Caro Figueroa; Patricia Ocaranza; Jorge Prieto ( Pehuajó, Buenos Aires), Camerata-Lyrum; Jorge Cornejo Albrecht; Aníbal ‘Gringo’ Aguirre; Daniel Vale; Jorge Ferrero; Hugo Gaspar López Medrano; Salvador ‘Turi’ Rodríguez; Vicente Fili; familia Balderrama; Ramón Héctor Romero; Manuel Fernández; Nene Pérez; Alcira y Alberto Abudi; Matías Qüerio; Celia V. de Morizzio y Juan Carlos Morizzio; Fabio Pérez Paz; Dante Mazzaglia; Carlitos Ceballos; Ernesto Monterichel; Sergio Nieva; Emilio Rozar; María Eugenia, Amanda Monterichel y Raúl Labroussans; Carlos Bergesio; Mario Roitman (Mendoza); Félix ‘Cuchara’ Saluzzi; Dardo Norberto Villa; Felipe ‘Lippe’ Mendoza; José Fernando Teseyra; José Pedroni; Manuel y Rafael Ale; Gerardo Monterichel. Deja una profunda reflexión, brinda en ofrenda al sumo Pontífice.
Invita especialmente a reflexionar sobre nuestro modo de vivir, a pensar si asignamos más valor al dinero, a los bienes materiales, al tiempo, o a la familia, la naturaleza, el cosmos, la vida misma, la muerte. Nos invita a reflexionar sobre aspectos cotidianos tales como la guerra y la alegría, la familia y la soledad, los libros y los viajes.
Como en el libro “Un río la poesía”, habla sin tapujos de los valores que nos rijen. Los antigüos habitantes de esta tierra decían que poeta es aquel que toma la voz del pueblo y la traduce en versos. Eduardo Ceballos, visto desde esta perspectiva, nació poeta. Desde niño tuvo las agallas de poner en evidencia situaciones que otros compartían, pero no se animaban a manifestar. Sin temores ni censuras habla de política, de las armas, de la destrucción de los bosques y de todo aquello que nos hace daño como seres humanos. Nos invita a vivir la vida desde una mirada más humilde, reconociendo nuestra pequeñez y lo mucho que nuestras acciones afectan nuestro entorno. Este libro conmueve porque representa un canto al amor, entendido como el respeto a la naturaleza, a los niños, los abuelos, implica un rescate de los valores más profundos y busca rescatar los gestos más nobles.
Pero sobre todo me conmueve saber que mi padre, el autor de este libro, ha sido, y es, coherente en su vida, con lo que dice en sus poesías. Lleva en alto la bandera del amor, de la familia y la alegría, con gran sencillez y con una honradez que admiro.
Por todo esto es un verdadero placer invitarlo, señor lector, a recorrer las páginas de este libro, que a cada verso nos regala pétalos de vida.
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Prólogo
No hay mayor fortuna que tener la posibilidad de ser testigo del proceso creativo. Tuve la suerte de tener en casa a un escritor, a quien vi dedicar su vida con entrega profunda en pro de su obra, cual si fuese un sacerdocio, tarea a la que se abocó con profunda devoción e inmensa alegría.
Mi padre, Eduardo Ceballos, me mostró que la tarea de escribir no es un momento en el día, no es sólo un rato de inspiración, sino que se trata de una actitud de vida, de mantener despierta la capacidad de asombro. Es descubrir grandeza en lo más pequeño, lo cotidiano, y por supuesto también ante lo más inabarcable que nos muestra el universo, que requiere que detengamos cada tanto nuestro ritmo de vida, que dejemos de lado las urgencias y lo material, para permitirnos explorar nuestro interior y con esos ojos nuevos mirar el exterior, con energías renovadas, para descubrir así esos pequeños milagros que nos rondan por doquier. Comparte su secreto con nosotros los lectores: “Te propongo, que pares/ un minuto tu existencia,/ que mires los árboles y las estrellas,/ y te verás abrazado por el cosmos, / aplastado por una realidad omnipotente”.
Tal vez por esa razón inicia este libro nuevo con una frase de Juan Carlos Dávalos que reza: “Yo he puesto en estos versos toda mi alma, mis cinco sentidos, mis horas más íntimas y más bellas, mis alegrías más caras, mis pesares más hondos. …”, demostrando así que sus escritos no son resultado del azar, ni de unas pocas horas de distracción, sino fruto de su entrega, de sus saberes, de sus vivencias. Y resultado de un trabajo realizado con plena conciencia.
La vida de Eduardo Ceballos es, desde el inicio, una vida cargada de dolores y sacrificios. Lo que admiro de él es precisamente su capacidad para trocar todo ese sufrimiento en alegrías, en esperanza. Si hasta parece que gracias a ese niño que mantiene activo en su corazón, encontró el secreto que buscaban los alquimistas, para mantener un espíritu siempre joven, alegre y optimista. Quizá por esa experiencia personal siente que “La historia del hombre/ es la historia de la palabra,/ boca de la libertad,/ arte que transforma el dolor en alegría.”
Tal vez sea su compañera de ruta la razón de esa dicha que transforma su mundo interior y lo llena de luz. Y es que ella, Susana Rozar, es verdadera musa en este noble quehacer. Ella sabe compartir con el artista sus horas de plenitud, sus dichas, los senderos recorridos, las angustias, los sueños y proyectos. Y es necesario para quien vive de ilusiones mantener en alto la bandera del amor, porque es el nutriente existencial que da sentido y razón a la vida. “El amor es la más universal, formidable/ y misteriosa energía cósmica”. Por eso este poeta enamorado le canta en varios de sus poemas, y le dedica su trabajo al iniciar este libro.
Emociona saber que este poeta inicia su camino cargado de incertidumbres y tristezas, angustias que hereda en el origen mismo de su existencia. Quizás por eso se abraza a la literatura, porque comprende que “El único mundo real es el de las ideas”. Por eso en el primer poema de este libro confiesa: “soy hijo de una hembra parturienta,/ una madre cualquiera de la tierra, /que alquiló mi existencia/ en los brazos de otras gentes”. Pero tiene también la capacidad de reconocer a esa familia nueva “que me acompañaron en el tránsito/ con generosa ternura, / marcando mis caminos y mis afectos”.
Agradece desde siempre la formación recibida, porque es gracias a este conocimiento que su mente fue enmarcada en un mundo doctrinario, y luego liberada para volar al infinito, donde se conjugan la razón y la emoción.
Eduardo Ceballos camina permanentemente nuestra geografía, conoce palmo a palmo cada pedacito de nuestra provincia y de nuestro país. Y sin embargo, en esos momentos en que extasiado dialoga con Platón o Aristóteles, recorre el universo entero, por “Una inmensidad de distancias/ envuelve la vida” “con ese mundo interior/ que mueve los paisajes”.
Como habitante del mundo, Eduardo Ceballos observa el minucioso y fecundo trabajo de la tierra y la semilla, del clima y del cosmos, que con su ejemplo nos invitan a perseverar en aquello en lo que creemos.
Asume una ideología antigua pero renovada, la del hombre universal, en tiempos en que prima la individualidad. Invita a reconocernos en el mundo todo, a gritar con libertad las palabras que expliquen nuestra historia y que inviten al encuentro, al despertar de la sensibilidad y al coraje.
Conmueve profundamente saber de su valentía al pensar en la ineludible muerte, ante la cual recomienda “coraje, alegría, manzanas y sonrisas”, sugiere mientras tanto construir el presente, porque entiende que “La vida es una hoja en blanco sin valor, / si no le pones tus pinceles de color”.
Los antiguos mexicanos pensaban que los poetas eran emisarios, mensajeros ante su divinidad, porque eran los poetas los que con su voz manifestaban el sentir del pueblo. En la actualidad, afortunadamente, todos tenemos posibilidades de expresarnos, y debemos hacer uso de esta potencialidad porque “La palabra todo lo puede,/ por ser movimiento y cambio.”
Y esas realidades sociales son también plasmadas en sus poesías, cuando se refiere a la historia, al dolor colectivo, a los tiempos abuelos, a los personajes entrañables de esta tierra que nos cobija.
Mi padre es un poeta, que disfraza sus pinceles con palabras claras y bonitas, y pinta con ellos mágicos paisajes que nos transportan a mundos nuevos.
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Prólogo
El sueño del abuelo nos traslada a nuestras infancias y vernos niños otra vez. No intenta este escrito la traducción exacta del mismo, sino recoger lo que a los juegos se remite con más o menos acierto por parte de quien dedicó un indiscutible tiempo a recopilar, analizar e investigar los mismos con la muy poca información que hay disponible sobre el tema, excepto la memoria.
Por tanto se puede decir que esta obra representa una libre interpretación de los juegos de las décadas del 30 al 60. Es por esta razón que, Eduardo Ceballos sólo esté interesado en los juegos de los niños. Lo que si puedo asegurar que es un buen relato de la historia de los juegos de los que hoy somos abuelos y padres. Una valiosa fuente de información de los juegos del pasado. Resulta que estos juegos pueden verse como reflejo de la vida misma y requieren las mismas habilidades para ganarlos que las que necesitamos para sobrevivir.
Cuando se me propuso la idea realizar el prólogo de este libro me descubrí halagado de una magnitud muy especial pues, era un desafío para alguien que no está en el ambiente de las letras, me sentí muy atraído con la idea. Este proyecto me sumergió en el mundo de los juegos de todos los tiempos que me permitió escarbar en mi memoria, juegos que ya se habían presentado en mi vida. Me volvió al circo que transité desde que nací y me depositó en el barrio El Pilar con mis amigos, la escuela, los almacenes, a Don Ibáñez el carpintero creador de cuantos juguetes necesitábamos y los depósitos del ferrocarril que nos proveía un sinfín de piezas de repuestos de trenes que el ingenio transformaba en un juguete, con el que “moneábamos” por tener algo único y exclusivo.
La diversidad que hallé en este libro, no se limita a cuestiones culturales o históricas, si no incluye una enorme variedad de recursos de ingenio de nuestras infancias, donde no teníamos a nuestro alcance más que lo cotidiano y nuestros juegos están ligados a la naturaleza. Jugábamos con lo que teníamos en casa o lo que encontrábamos en los baldíos vecinos: piedra, palo, hueso todo servía, ya que no había ni existía el plástico, a lo sumo conocíamos el carey (Córnea de tortuga hoy desaparecido). Juegos de palabras, estructuras, emociones, entre muchos otros elementos que me han maravillado. Es por ello que cada juego ha sido conservado en la versión en que la vivimos. Los pudientes tenían juguetes comprados, nosotros el ingenio, no abríamos paquete para verlo lo imaginábamos para verlo nacer.
El orden en el cual se han organizado los juegos en el relato sigue un simple esquema cronológico con el fin de hacer un pasaje por la historia a través de la belleza de la vida misma de cualquier familia salteña.
Espero que disfruten la lectura tanto como yo, que los niños y los jóvenes vean que no necesitábamos ni de dinero para divertirnos y muy pocos eran los juegos “solitarios” que sólo servían cuando nos castigaban y no nos dejaban salir o en la noche cuando no teníamos sueño.
Tengo el enorme agrado de presentar esta obra maestra, cuyo autor no sólo es poeta y periodista conocido, sino es el amigo de toda una etapa de mi vida artística. Si bien aprecio todos los trabajos realizados por este excelente escritor, considero importante confesar mi preferencia por esta última creación. A continuación explicaré por qué. Si bien sus trabajos anteriores se caracterizan por su realismo y brillante redacción, y vivencias propias, esta obra se le suma un exquisito trabajo periodístico, donde queda expuesto la dedicación en la exhaustiva investigación que se ha realizado. Es notable la sencillez con la que se explican acontecimientos muy complejos vividos con personajes que supimos conocer, que nos permiten a los lectores sin conocimientos específicos de la vivencia de un barrio y comprender sin mayores dificultades el tópico elegido.
Esta es una obra que pueden disfrutar grandes y chicos, incluso una buena excusa para crear un vínculo de abuelos y nietos. Confío que este libro pasará a ser un recurso que habla de la historia de los juegos de una época de Salta, es un buen material lleno de nostalgias. Esto se debe a la riqueza tanto en información que se nos brinda, como en el plano artístico que nos ofrece este artista, que nos hace ver cuanto arrasó el progreso y la tecnología la vida de la niñez que hoy juegan solos.., aislados y abandonados, condenados a un aparato creyendo estar con todo el mundo cuando en realidad están más vacíos que nunca. El único lugar que comparten con sus semejantes es en la escuela donde a pesar de estar rodeados de pares, el aparato puede más con su soledad. Que triste es saber que no puedo brindarle a mi nieto el mundo de juego en que viví con aquellos valores que los juegos me formaron, valores morales, espíritu d e superación, compañerismo, alegría, responsabilidad, perseverancia, respeto de las normas, dominio de sí mismo, espíritu deportivo, iniciativa, habilidad (valores físicos), habilidad (destreza – manual, visual, física, etc.) reflejos, rapidez, fuerza, resistencia, equilibrio, atención, memoria, inteligencia, imaginación, observación y creatividad, pienso…, ¿Cuántas de estas cosas desarrollan los niños hoy en su computadora?
Agradezco el espacio para compartir con los lectores los sentimientos que me generó esta obra y felicitar a Eduardo Ceballos por su excelente trabajo. Gracias por volverme a la infancia y saber que soy lo que soy, por la niñez que tuve: Aprendiendo desde un juego a ser hombre.
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Prólogo
A partire dallo stesso istante dell’unione del sangue, avanza navigando in un ampio fiume di tempi e memorie, trafficando parole e sogni.
Si tratta di una armonica e continua costruzione della poesia, che sente dall’atomo più minimale del corpo fino al macro mondo dello spazio siderale.
Nella sua voce riviviamo la tenerezza dell’amore, la meraviglia degli astri, attraversiamo la storia ritornando ai secoli di gloria, di gesta, scoperte, arti e scienze.
Ci porta sentire i cambiamenti di clima e a entrare in contatto con la natura in un’esplosione di silenzio.
L’amore è sempre presente come una maniera magica di salvare la terra.
Con questo libro, ci regala l’illusione degli anni che non passano, che la vita ci sarà sempre, perché oggi come ieri, “È primavera”.
Prendiamo il seme del verde e facciamo raccogliamo nel giardino dei suoi versi la fragranza delle sue immagini, per formare un rametto di rose che dica con il poeta. Eduardo Ceballos in ogni pagina libera le sue vibranti energie, sospinge gli spazi, muove gli angoli. Prende vocaboli trovati nel dizionario del tempo, fino a scoprire una parola per sillabare il silenzio che a sua volta muova il sangue ed emozioni. Gestisce tempi e distanze. Nella sua ricerca porta la memoria della terra e degli astri.
Nomina il meraviglioso mondo circostante e con l’ampiezza del suo sguardo, dipinge sogni. Attraversa gli oceani, sorprendendo il viandante. Protagonista di un nuovo destino, cammina lento tra le tenebre, cercando la luce che illumini il cervello degli esseri umani.
Gli anni gli hanno riservato gioie e dolori che lo hanno formato. Il suo mondo è magico, vola come un uccello felice, attraversando i cieli per disegnare il paesaggio, in una visione irripetibile, in cui la libertà è un inno.
Costituisce la festa della poesia e le sue mani creatrici muovono la volontà e l’intelligenza nel suo gesto creativo.
Conserva nello scrigno della sua memoria ogni istante, come simbolo vitale del suo passaggio nell’esistenza.
Umile il suo canto, umile la sua vita. Si denuda davanti alla pagina, per fondare un giardino di pensieri vivi.
Piange, canta, ride nel vortice furioso del suo tempo, fino a placarsi del tutto appena la terra lo abbracci defintivamente. Tornerà con la primavera, con fiori nuovi, e innalzerà con il suo trillo canti azzurri per l’anima.
Come una colomba, come una semplice colomba attraverserà l’aria con il suo vivace batttito d’ali, come simbolo di pace.
Riempirà di luce e aroma, offrirà la leggerezza dei fiori, i canali, le cascate, la musica di rondinelle e profumo di zagara.
Antica alchimia, pietra che rotola senza sosta, poiché pure nel fiume del suo sangue “È primavera”.
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Prólogo
Escribir sobre aspectos históricos de la Universidad Nacional de Salta supone un desafío que linda entre lo afectivo, vivencial y anecdótico con lo estrictamente objetivo del hecho histórico. Este libro, por lo tanto no pretende relatar la Historia de la Universidad sino efectuar una recopilación de hechos y acontecimientos.
Nuestra Universidad ha construido una rica y variada trayectoria que podemos situarla en sus inicios como dependencias de la Universidad Nacional de Tucumán hasta nuestros días. En estos apenas tan solo cuarenta años de existencia comparados con los cuatrocientos años de la Universidad Nacional de Córdoba o con los 191 años de la Universidad de Buenos Aires, por citar algunas, han sucedido acontecimientos muy contrastantes que podríamos calificarlos algunos como épicos y gloriosos, y otros de tristes y dolorosos.
La obra que hoy nos presenta el periodista y escritor Eduardo Ceballos es un viaje temporal por nuestra corta pero rica y fecunda historia que nos permite visualizar a través de su investigación periodística, de manera sencilla pero no menos elocuente, los hechos más destacados que han ocurrido en nuestra universidad, vividos por muchos de los hombres y mujeres que han poblado su espacio, docentes, investigadores, estudiantes y personal de apoyo universitario, todavía muchos de ellos contribuyendo a construir su historia y otros que ya no están o han desaparecido por distintas circunstancias.
Resulta entonces por demás elocuente que los hechos históricos vividos por nuestra universidad están ligados con los de la mayoría de las Universidades Nacionales que no escaparon a los vaivenes de la historia nacional, los cuales han dejado improntas muy similares tanto desde lo temporal como de los acontecimientos.
El libro ha sido organizado por el autor en cuatro grandes temas: Antecedentes para su Fundación, Creación y Fundación, Tiempos Difíciles y, La Universidad en Democracia. Para su elaboración ha debido de indagar en la documentación existente en los Archivos de la Provincia, en los de la Universidad y en testimonios personales.
Agradezco al autor por muy buena predisposición para realizar esta obra ya que ha contado con muy poco tiempo y sin embargo ha concluido su tarea meritoriamente.
De igual modo al Señor Ricardo López titular de la editorial que ha tenido a su cargo la impresión del libro trabajando contra reloj para cumplir con su cometido.
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Prólogo
“Apenitas soy Arjona nombre que no se’ hai’ de perder y si lo tiran al río sobre la espuma hai’ volver”…
Esta copla lo pinta de cuerpo entero a Don Eduardo Ceballos, hombre cabal, dispuesto a dar todo lo suyo, y del corazón su mejor estrella.
Escritor, poeta, periodista, autor, hombre de micrófonos animador de radio, televisión, festivales y eventos culturales, publicó seis libros en tan solo un año ubicándose entre los grandes precursores de la Provincia. Ernesto Aráoz con su libro “El diablito del Cabildo”, Juan Carlos Dávalos con “Su alma y su paisaje”, donde se destaca su cuento “El viento blanco”; así como sus hijos Arturo y Jaime Dávalos; César Perdiguero; Manuel J. Castilla; Joaquín Castellanos con “El temulento”; y Antonio Nella Castro, con “El ratón”, entre otros.
En la tierra de altas colinas que ofrece la Cordillera de los Andes nace Don Eduardo Ceballos, catequista por origen y convicción. Recuerdo su figura de estudiante eclesiástico imponiéndose sobre los demás. Ellos pasaban entre aplausos y nosotros, los normalistas, tocábamos la guitarra en los jardines de la Escuela Normal rodeados de bellas niñas.
Pasaron los años y lo volví a encontrar animando grandes festivales y en los grandes bares del centro de la ciudad de Salta. Nuestro abrazo era cálido, la sonrisa brillante y nos gustaba hablar sobre Huidobro, García Márquez, César Vallejos y Pablo Neruda. Hoy como árboles añejos, recordamos aquel pasado imaginando un futuro.
Con el libro “Cuentos y Crónicas familiares” que hoy nos presenta Don Eduardo Ceballos todo está dicho. Siglo de oro para la poesía y el cancionero, Eduardo, lo afirmo y lo testifico, eres un grande entre los grandes y amigo para tus amigos y siempre dispuesto para abrir los brazos a los viajeros que pasan admirando nuestra tierra como si fuera una imagen sagrada entre las montañas del valle de las bagualas.
Los dejo entre las páginas del libro que con admiración presento,
“Apenitas soy Arjona, nombre que no se hai’ de perder”…
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Prólogo
La memoria es la facultad humana que nos permite comunicarnos con el pasado y, consecuentemente, hacer partícipes de todos los recuerdos vividos y compartidos, a todos los que nos siguen, sean los nuestros o personas no tan vinculadas con nosotros.
Esta memoria, que es individual, también tiene su correlato en la Memoria masiva de la Humanidad. Por eso, antes de que se inventara la escritura, los seres humanos legaron sus avances, aprendizajes y experiencias, como también sus vivencias y sentimientos, a sus sucesores -no tan solo a sus seres vinculados directamente- y a todos quienes se interesaran en ese conocimiento. Esta no solo es una actitud solidaria del ser humano, quien no quiere que lo suyo se pierda en el olvido oscuro de los tiempos, sino también es una forma de perdurar, algo totalmente inalcanzable por el hombre finito, que ocupa, en el tiempo, el espacio de un suspiro: pasa tan rápidamente como un relámpago. Con el legado que deja, perdura indirectamente en los demás. Es la ley de la vida y de la perduración en el futuro. Ya lo había pronosticado, para sí mismo, el gran poeta latino que, entre sus versos, escribió este: Non omnis moriar…, es decir, No moriré del todo, perduraré en mi literatura.
Después de muchos títulos, se suma a la producción bibliográfica este libro. Nace como primer hijo del poeta Eduardo Ceballos en el año 2011 y no tiene otra motivación más importante que la de constituirse en un cofre mágico. El genio de su estilo y poesía será el encargado de abrirlo y de hacer escapar, a los cuatro vientos, todo cuanto tiene guardado en su prodigiosa memoria. No son muchos los seres humanos que brillan con una capacidad de almacenamiento tan magna, con lujo de detalles y particularidades, como a la que nos tiene acostumbrados en sus producciones literarias. Él se sienta en su humilde pero envidiable rincón de producción. Y allí, de una manera increíble, despierta los duendes del pasado los cuales, generosamente, le brindan los más asombrosos detalles de sus ricas experiencias. Pocas personas, pocos escritores, son capaces de realizar esta magnífica tarea. Es que, desde hace mucho tiempo, ha monopolizado a esos duendes que tienen su escondite en lugares increíbles y en estrellas ignotas. Es preciso tener su magia de escritor para llegar a esto.
Bien; este es el personaje galardonado con una memoria portentosa, que hoy nos regala muchos recuerdos, experiencias, narraciones que rayan el pasado y que traen, al recuerdo colectivo, las polvorientas calles de una Salta que estaba empezando a dejar de ser aldea para aspirar a la ciudad que hoy todos disfrutamos.
Por eso -gracias a la maravilla de su genio- se transporta (y, en consecuencia, a nosotros también) a sus primeros vagidos que le abrieron los pulmones a este mundo maravilloso que le tocó vivir. Pero no quiso quedarse con ello: esa rica experiencia, a partir de ahora, será patrimonio nuestro y podremos escarbarla, encontrando, con toda seguridad, tantas experiencias similares que, en aquel tiempo o en otro más moderno, nos tocó vivir.
Eduardo, entonces, se está constituyendo en el mago que despierta conciencias dormidas y que peligrosamente están bordeando los límites del olvido. Con estos recuerdos que nos regala seremos capaces de despertar de ese letargo para lanzarnos a la aventura de revivir las páginas de nuestra propia historia.
Las páginas, quizá, más sabrosas se encuentran en la época de su infancia y adolescencia. ¿Quién no atesora recuerdos y picardías de ese momento copioso de nuestras vidas? Pues entonces lean los de Eduardo y en ellos encontrarán el incentivo necesario para despertar la memoria valiosa de esa época: de los compañeros traviesos, llenos de pícaros recursos y poblados de risas y sanas carcajadas. Se trata del período más inocente de la vida: no hay deudas que acucien el sueño; no hay preceptos morales tan fuertes que impidan una atrevida pero respetuosa travesura. Como cuando el Bocha Pérez, que residía en la Zuviría al 300, se dirigía junto con sus amigos (hoy respetados profesionales) al boliche de don Hannawy, en la esquina de Mitre y Santiago del Estero, y le preguntaban si tenía caramelos sueltos. Ante su respuesta positiva, todos a coro le insinuaban: “¡Atelós pa´ que no se escapen!”. Qué tiempos esos, ¿no?
Luego vienen los momentos del estudio, sobre todo los de la secundaria. Que no por ser serios y de total dedicación en esa época, dejaban de ser divertidos. Que se atrevan a corroborarlo cada uno de los lectores. Al final de ellos, la culminación con un diploma que la vida se encargará de arrugar, pero que conservará los recuerdos vivos, de tal modo que, con solo mirarlo, los evocará enteros y actualizados.
Más tarde vendrá la temporada de más responsabilidades, tampoco exenta de aventuras, amores, intentos literarios y cancioneros, y trasnochadas alegres, que tienen el regalo de los grandes personajes del momento, ahora casi todos desaparecidos. Es cuando el joven comienza a madurar y a cosechar todo lo que los experimentados le entregan y a atesorarlo para su vida.
La madurez más calma arribará mucho más tarde, cuando se convertirá en el consejero, escritor y trasmisor de tan bellos sucesos. Llegó el tiempo de dar, más que de recibir. No solo a los hijos y descendientes, sino a todo aquel que se acerque, con interés y pasión.
Esta es la historia de todo ser humano, con detalles mayores o menores, pero con la conciencia fresca de aprovechar el maravilloso regalo de la vida, que no volverá a presentarse. Por eso hay que apurarlo lenta, pero sabrosamente, para disfrutarlo plenamente.
Vayamos, pues, a compartir todos estos recuerdos que nos despertarán los propios y, por sobre todo, cobremos conciencia, a través de ellos, sobre la urgencia de disfrutar de la vida y del amor; de la poesía y de la belleza que se desparrama en nuestro camino. Y carguemos positivamente nuestras alforjas con todo lo bello para que no vivamos más que para disfrutarlo y compartirlo generosamente con los demás.
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Prólogo
Los argentinos festejamos los 200 años de nuestra patria de distintas maneras. El escritor Eduardo Ceballos, lo hace desde su sencillo lugar de trabajo, ofreciéndonos a modo de regalo en este cumpleaños de la patria, un ramillete de libros que aparecieron en este año del bicentenario: el primer libro aparecido en el año 2010, fue de poemas, titulado «Es primavera»; el segundo, también de poemas «Cafayate, rumores de su paisaje»; el tercero una crónica de una fiesta popular, titulada : «Serenata a Cafayate, una historia musical»; un cuarto libro sobre «Periodismo de Salta, diarios de las décadas 50, 60, 70»; y ahora nos presenta el quinto libro del año, para cerrar esta primera parte del festejo patrio, con un libro que lo tituló «Tres salteños a Udine, Italia, todo un sueño», que sumados a la plaqueta «Doscientos años Patria», completan el homenaje del año 2010.
Rubén Pérez, Eduardo Ceballos y Fabio Pérez, cumplían su sueño de estar presentes en ese Congreso Internacional de «La Alimentación como Patrimonio Cultural de la Emigración en las Américas», que se desarrolló en la ciudad de Udine, los días 8 y 9 de octubre de 2009, organizado por la Universidad de Udine. Llevaban como cargamento cultural, un bagaje de conocimientos y vivencias personales: Rubén Pérez, su canción popular; Eduardo Ceballos, su poesía; y Fabio Pérez, la magia de su danza criolla.
Fue un modo de dar y recibir una valiosa información; otros conocimientos, otras perspectivas, con distintas visiones y realidades.
El autor con intenso vigor, describe lo acontecido en el viejo continente, al que había visitado a través de libros de historia, geografía, filosofía y literatura en general. Desde muy pequeño soñaba conocer los lugares por donde transcurrió la historia de la humanidad. Por eso este trabajo es un regocijo para su alma y un regalo que desde el momento mismo del regreso quiso entregar como testimonio de aquel viaje, en su nombre y en el de sus compañeros de ruta Fabio y Rubén Pérez.
Es un modo de agradecer a personas como las profesoras Eleonora Sensidoni y Silvana Serafín que hicieron posible la presencia de Salta en Udine, gratitud que hace extensiva, a los catedráticos disertantes, a las autoridades universitarias y a las entidades y empresas que en Italia, apoyan grandemente a la cultura. Se logró un abrazo cultural, símbolo de amistad, entre pueblos de distintos continentes, que poseen una raíz en común. El grato ambiente de cordialidad, con el que fueron recibidos, sensibilizó aún más la extrovertida personalidad del autor, rescatando saberes de los lugares y personajes con los que estableció contacto.
Relata los momentos de cada paseo por plazas, calles, ríos, negocios, restaurantes y el rico contacto con la gente de cada lugar, que dejaron un sello imborrable en su memoria.
El poeta Eduardo Ceballos unió las distancias para regalar su paisaje interior. Como un viento surcó los mares, llevando los pájaros de su canto azul de luz y en un abrazo fraternal unió armoniosamente dos culturas hermanas.
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Prólogo
Cuando Eduardo Ceballos toma su bolígrafo y se ubica frente al blanco papel, en esa habitación donde comparte largos diálogos con sus amigos «los libros»; inicia un viaje hacia una época que quedó grabada en su mente y en su corazón.
Fue partícipe activo de un alto momento del periodismo de Salta, desde una modesta tarea, pero en un tiempo histórico fundacional.
Desde su lugar de trabajo, conoció las raíces de un pasado, que contribuyó a la difusión de problemas y temas de interés provincial y que sirvieron como medio para descubrir su identidad en un mundo contradictorio.
Desde aquellos tiempos cuando las noticias no salían de su escenario habitual o sólo atravesaban nuestras fronteras, tardábamos meses o años en enterarnos de hechos ocurridos en otras ciudades o países; hasta estos tiempos cuando accedemos a mucha información en forma casi inmediata, gracias al gran avance de la tecnología y podemos observar lo ocurrido en distintas partes del mundo, uniendo geografías.
Eduardo Ceballos era muy joven cuando ingresó al mundo periodístico. El director de Radio Nacional, el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui le abrió las puertas de esa emisora, en 1964, para que se inicie con un programa, que versaba sobre temas históricos. Venía de una formación humanística importante lograda en el Seminario Conciliar de Salta y en el Bachillerato Humanista, que le había enseñado el amor por la lectura y lo hizo un ávido buscador de información y conocimientos. Luego de ganar el concurso radial «Vístase gratis» que conducía Marino Fernández Molina, lo invitan a trabajar como corrector de pruebas de diario El Tribuno, que por ese entonces estaba en la calle Dean Funes Nº 92 y avanza en su saber sobre el periodismo y sobre los hombres que lo hacían, puesto que allí compartió jornadas de suma importancia con los grandes protagonistas del periodismo de Salta. Luego, emigra de Salta buscando mejores destinos en un camino de alto aprendizaje, se desempeña en radios de Buenos Aires y en algunos medios escritos. Vuelve a Salta, en el momento justo, en que el diario El Intransigente, organizaba su salida con Miguel Ángel Martínez Saravia a la cabeza, que tenía grandes pretensiones.
Allí comparte el trabajo con reconocidos personajes del periodismo de Salta, que se recuerdan en estas páginas como un justo homenaje, quienes marcaron el camino a seguir por los jóvenes de otros tiempos.
El dolor de lo que acontecía en la patria, le fue cambiando los destinos y se hizo un caminante de necesidades, sin olvidar sus pasiones, el periodismo y las letras. Regresa a Salta, su tierra, donde edita la revista-libro «De la mano con el arte», en el año 1985, que contaba con la colaboración de distinguidos personajes de la vida cultural salteña y de todo el Noroeste Argentino, donde tiene apreciados amigos. Después salen las revistas-libros «Logos», que este incansable trabajador logra plasmar en el papel. Su sueño de transmitir información y reflejar el tiempo que le toca habitar por la vida, se percibe en todas sus tareas, en la radio y en la televisión. Anda por los escenarios pregonando cultura y contando de su provincia, hasta que se le ocurre crear la revista coleccionable «La Gauchita» de gran aceptación en la sociedad de Salta, valorada en hogares, escuelas, colegios, bibliotecas, medios de difusión y público en general. Diez años abriendo sus puertas al interior de la provincia, reflejando en sus páginas el acontecer de los pueblos y su gente. Realizó cien ediciones que trascendieron las fronteras, siendo solicitadas desde los países de América, algunos de Oceanía y de Australia, muchos de Europa, hasta Asia y África. Justamente en ese continente realizaba canje de anuncios publicitarios con una publicación oficial del gobierno de Guinea Ecuatorial, único país hispano-parlante de esa región del mundo, hecho sin precedente para nuestra cultura.. Desde allá se valoraba el esfuerzo de un hijo de Salta.
Distintas emisoras contaron con la voz inconfundible de Eduardo Ceballos, como Radio Nacional Salta, con su recordado programa «Tiempo cancionero»; Radio Salta; FM Cerebro; FM 100; FM Santa Teresita; FM Provincia; como así también emisoras de Mendoza y de Buenos Aires.
En el ámbito televisivo debutó en Sonovisión; en Canal 11 de Salta, compartiendo programas con el recordado Eduardo «Tuna» Esper; con el respetado Ángel Longarte; reemplazando a su amigo Luis Plaza, o aportando en «Reflexiones», programa que se emitía bajo la responsabilidad del amigo Roberto Casas; y por último participando en el programa «Historias y Leyendas» de Matías Qüerio y Fabio Pérez Paz.
Como gran conocedor de la actividad periodística de Salta, quiere rendir homenaje a quienes brindaron su trabajo para enaltecer nuestra provincia y nombrar a los jóvenes, que tienen la difícil tarea de difundir
toda la memoria, para que llegue al conocimiento de futuras generaciones.
Esta inquietud de investigar, estudiar, estar bien informado, fue siempre una constante en Eduardo Ceballos, por ello me conmuevo de ser yo quien prologue este libro que nació como una conferencia.
No dudo que su lectura será de gran valor para quienes quieran conocer o estudiar la rica historia del periodismo salteño.
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Prólogo
Al leer las páginas de este libro, percibo el silencioso camino recorrido por el poeta, rescatando en cada paso el rumor del paisaje, la bondad de su gente y la sinfonía de formas y colores de aquello que lo rodea; nos convida con las porciones más importantes que conforman su mundo interior, plasmándolas al papel para dejar a las futuras generaciones un testimonio de su tiempo.
Refleja además una síntesis histórica del nacimiento de Cafayate, aportando al investigador, al estudiante o al turista, información acontecida cuando sus habitantes transitaban los caminos de tierra, la cálida vecindad,
la fresca melodía del viento, el arduo trabajo viñatero, o el canto del agua recorriendo los surcos para alimentar la semilla.
Tiempos de una pujante población preocupada por acercar el aguacorriente o el pavimento.
Como su nombre lo dice Cafayate (pueblo que lo tiene todo) posee lo más valioso, la cordialidad de su gente que brinda al viajero sus manos y su corazón.
Poseedor de un invalorable bagaje de vivencias Eduardo Ceballos descubrió muchos amigos durante los años que animó la Serenata a Cafayate y los fue guardando como un precioso tesoro, y hoy las rememora junto al colorido paisaje, los verdes viñedos, sus grandes tinajas que ornamentan casas y plazas, el simbol que adorna las mesas, sus añejos vinos, esas inolvidables noches de escenario, los cantores, los poetas inspirados por las musas y los buenos amigos.
Cómo no homenajear entonces con un libro de su autoría a esta tierra que llenó su alma de vibraciones nuevas, cómo no contar del candor de su gente, cómo no alabar su paisaje tan conocido a nivel turístico, cómo
no nombrar sus vinos premiados internacionalmente y sobre todo cómo olvidar la Serenata a Cafayate, uno de los festivales más importantes del país y el más grande del noroeste argentino.
Como salteño le debía un homenaje a esta región que le dio tantas energías y tantas alegrías.
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Prólogo
Mientras la ciudad duerme, Eduardo Ceballos trepa con su pluma por los caminos de la poesía; dibuja y conjuga colores en su paleta de sueños, paisajes que recorren su espíritu andariego.
En un mágico viaje enseña la memoria ancestral de la madre tierra, generosa, proveedora de mil hechuras que maravillan nuestros ojos con su magnificencia; transmitiendo sus vibrantes melodías con el dulce canto del agua, el trinar de los pájaros o penetrando hasta la fibra más íntima de nuestro ser con el rugir de los truenos anunciando la lluvia, que deja su marca grabada en las montañas, en distintas formas, dándole vida a esa zona de misterios y leyendas.
Es quizás la luna que enamora a los poetas o tal vez las musas que lo inspiran, pero cada noche cuando el sueño acogedor adormece a los hombres, Eduardo sube con su bagaje de estrellas, para iluminar con sus versos las páginas de este libro que nos convida a recorrer la
tierra de mil colores, de formas y sabores, donde una niña se vuelve serenata o donde la serenata es una niña nostálgica.
Descubre la armonía de sus versos, el color de la arcilla amalgamada en vasijas, secretas guardianas de un arte ancestral, o aquellas manos que entrelazan las penas en las varas del simbol.
Conocedor de caminos, bodegas y su gente, ofrece este libro, sencillo homenaje de amor. A Cafayate el poeta lega sus sentires, su vida, su corazón.
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Prólogo
Desde el mismo instante de la unión de la sangre, viene navegando en un anchuroso río de tiempos y memorias, traficando la palabra y los sueños.
En un incesante construir armoniosamente la poesía, que siente desde el átomo más ínfimo de su cuerpo hasta el macro mundo del espacio sideral.
En su voz revivimos la ternura del amor, la maravilla de los astros y caminamos por la historia que nos remonta a siglos de gloria, de hazañas, descubrimientos, artes y ciencias.
Nos lleva a sentir los cambios de clima y a conectarnos con la naturaleza en una explosión de misterio.
El amor está siempre presente como una forma mágica de salvar la tierra.
Nos regala la ilusión de sentir con este libro, que los años no pasan, que la vida siempre será, porque hoy como ayer «Es primavera».
Tomamos la semilla de lo verde y cosechamos del jardín de sus versos las fragancias de sus imágenes, para formar un ramillete de rosas que diga con el poeta:
Eduardo Ceballos, en cada página suelta sus vibrantes energías, empuja los espacios, moviliza los ángulos. Toma vocablos encontrados en el diccionario del tiempo, hasta descubrir una palabra para silabear el silencio que mueva la sangre y emocione. Maneja tiempos y nostalgias. En su búsqueda trae la memoria de la tierra y de los astros.
Nombra el maravilloso mundo circundante y con la alcancía de sus ojos, pinta sueños. Cruza los océanos, asombrando al viajero.
Protagonista de un nuevo destino, camina lento entre tinieblas buscando la luz que ilumine el cerebro de los hombres.
Los años le dieron alegrías y dolores que lo fueron modelando. Su mundo es mágico, vuela como un pájaro feliz, cruzando los cielos para dibujar el paisaje, en una visión irrepetible, donde la libertad es un himno.
Formula la fiesta de la poesía y sus manos creadoras mueven la voluntad y la inteligencia en su gesto creativo.
Guarda en el cofre de su memoria cada instante, como símbolo vital de su paso por la existencia.
Humilde su canto, humilde su vida. Se desnuda ante el papel, para fundar un jardín de pensamientos vivos.
Llora, canta, ríe en el remolino furioso de su tiempo, para aplacarse del todo cuando la tierra lo abrace definitivamente. Volverá con la primavera, con flores nuevas y levantará con sus trinos, cantos azules para el alma.
Como una paloma, como una simple paloma, cruzará por el aire con su aleteo vivaz, como símbolo de paz.
Llenará de luz y aroma, ofrecerá la suavidad de la flor, las acequias, cascadas, música de golondrinas y perfume de azahar.
Vieja alquimia‘, piedra que rueda sin cesar, porque también en el río de su sangre «Es primavera».
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Prólogo
El autor como un acróbata, vislumbra el mundo que lo circunda observando todo el universo.
Creció en sus saberes, con los filósofos griegos, primero, y luego con los pensadores de todos los tiempos, en la búsqueda de la verdad.
Como un alquimista nos introduce a un mundo nuevo, donde convergen todas las ciencias, que nos nutren con su saber, lo que hace con un leguaje poético para llegar a ese mágico mundo de materia física, química, que fluyen en nuestra sangre, transmitiéndonos sentimientos y sensaciones nuevas, que nos enseña a encontrar el camino. Trata de enseñarnos a trabajar para crear un mundo nuevo, fundamentando en la soberanía de la vida, para dibujar el progreso y la alegría en un camino abierto hacia la luz.
Invita a la humanidad a producir un abrazo cultural y científico con la vida, haciendo un inventario para comprender mejor el mundo, jugando con la luz en una danza vital que transforma las energías.
Su Terra Nova.
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Prólogo
Se trata de un trabajo literario que tiende a generar conciencia para racionalizar la administración de los terrenales recursos. Para ello, el autor viaja por todo el espacio de la historia natural, desde el Big Bang hasta el presente de climas complicados. Un recorrido por la materia que viene de lejos marcando distancias siderales e influencia en la tierra con su carga de neutrinos.
Luego, el asombrado mundo de la interioridad, donde se construye la personalidad y el yo, el núcleo de uno mismo. En ese camino sin sombras compara las células con los planetas y descubre similitudes que emocionan.
Luego de caminar por el espacio y por la carne, sale por los balcones de sus ojos a mirar el mundo circundante en el que comparten los hombres los paisajes. Todo está relacionado y se contiene.
La vida se reparte por el aire, por el agua, por la tierra. Los hombres construyen y destruyen, matan y viven, falta un poco de orden y equilibrio.
Es necesario devolver a las próximas generaciones este habitáculo terrenal sano. Las contaminaciones están enfermando la tierra y producen cambios que provocan muerte.
Se trabaja para generar conciencia POR AMOR A LA VIDA.
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Un crisol de razas y una suma de culturas conforman el ser argentino.
El protagonista de esta historia. Argentino Justo Inca Paz, nos deja en estas páginas el sabor de la lucha cotidiana, donde se entremezclan el dolor, la alegría, el esfuerzo y el éxito.
El autor propone un viaje por todas las épocas de la humanidad, a través del lenguaje filosófico y poético. Desde la Grecia de Sócrates y Aristóteles a la poesía del paisaje amerindio.
El ritmo de las quenas y los sikuris, te llevarán, amigo lector, al mítico paisaje de los Andes, donde vive la ancestral sabiduría de los incas.
El espíritu armónico de la obra, que muestra la candidez de los pueblos, plantea ir al rescate de lo más noble de las culturas ancestrales, en un viaje hacia el futuro.
La idea central de Eduardo Ceballos al escribir El Inca-Paz es rendir homenaje a su tierra y hacer un aporte que sirva de modelo para descubrir los caminos de la argentinidad y de la vida.
Prefacio.
Traigo hasta ustedes el corazón de mi querida y añorada Salta plasmado en estas páginas, que, como palomas de paz, vuelan para contagiarles el sentir del escritor. Eduardo Ceballos nos acaricia con sus palabras y llega con su cargamento cultural a mostrarnos su alma, que cobija el sentir de cada argentino bregando por un país con un horizonte de posibilidades de un mundo mejor, más humano, más coherente… menos egoísta, para superarnos como personas y devolverles a nuestras futuras generaciones esta tierra generosa, para que puedan habitarla con sabiduría y decencia.
Pongo a consideración del lector esta novela, fruto de años de vivencias, sentires y trabajo.
El Inca-Paz se presentó a un publicitado concurso, con un prestigioso jurado. Un gran medio argentino dijo que ningún participante había hecho alusión a la Guerra de Malvinas. Usted, amigo lector, sabrá cuando se adentre en la lectura, que sólo pudo opinar así un jurado que no leyó esta novela.
Por eso tomo la palabra y asumo la defensa de este trabajo de Eduardo Ceballos, que podría haber quedado en el mundo del silencio pero hoy, por suerte, llega a sus manos. Que como una canción se desparrame por el mundo hasta que germine como una bandera que represente nuestra argentinidad.
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Prólogo
… Felicito a… y a las personas que colaboraron en este bello proyecto, creo, sin antecedentes en la historia de la cultura argentina. Porque honrar la poesía, en el lugar mismo donde se generan las leyes, es un gesto de inteligencia, de sabiduría, de sensibilidad, de reconocimiento.
…
Que este público reconocimiento a Poetas Salteños en el Congreso Nacional sea un camino con proyección de futuro, sea el cultivo de semillas para germinar nuevos árboles y recoger sabrosos frutos. Honrar la poesía es el modo de proteger la tarea legislativa, que la misma conlleva, al ser la síntesis del sentir popular. En la medida que divulguemos lo producido por los creadores argentinos, iremos descubriendo el rol de patria, que cada uno lleva adentro.
…
Si se analiza la poesía y la examina profundamente, se aprenderá que en ella está tácita, la otra ley para los hombres… porque es una acto de estricta justicia y porque se trabaja por el futuro intelectual de la patria.
Este hecho político-cultural, será un hito, una señal, para demarcar el camino que nos lleve a defender la soberanía cultural. El rico yacimiento intelectual, que poetas y escritores argentinos, han plasmado en sus obras, debe ser protegido, apoyado, auspiciado y difundido. Allí está vivo el espíritu de la patria, que tiene la memoria y el saber para descubrir el diseño y el modelo. El perfil del futuro, debe apoyarse, necesariamente, en el cimiento de lo ya hecho.
Este homenaje a nueve poetas de Salta, puede ser el precedente que necesitaba la cultura nacional, para prestar atención a las voces de nuestros legisladores líricos, que como en una gran clase magistral, pueden corregir el rumbo de muchas conductas sociales.
Además, bueno sería, que en nuestro país, surja definitivamente, la gran industria cultural, para garantizar una salida laboral a los creadores y que sea considerada como un capítulo de desarrollo económico, como lo hacen algunos países, que venden su producido en el mundo.
…
En nombre de los protagonistas de la poesía de Salta: Gracias.
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Eduardo Ceballos ha prologado los siguientes libros:
- “Socava el Amor” de Mirtha de Wesler, 1986.
- “Amoralgos” de Antonio Vilariño, 1987.
- “Poemas Transoceánicos” de Rubén Pérez y Chus Feteira, 1993.
Eduardo Ceballos ha dirigido revistas-libros literarias que incluyen a los mejores escritores y poetas del Noroeste Argentino:
- “De la mano con el Arte” Edición Julio-Agosto-Septiembre de 1985.
- “Logos”, de Diciembre de 1985.
- “Logos”, de Junio de 1986.
- “Logos”, de Junio de 1998.