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Un río, la poesía – Poemario, 2015

Prólogo

No hay mayor fortuna que tener la posibilidad de ser testigo del proceso creativo. Tuve la suerte de tener en casa a un escritor, a quien vi dedicar su vida con entrega profunda en pro de su obra, cual si fuese un sacerdocio, tarea a la que se abocó con profunda devoción e inmensa alegría.

Mi padre, Eduardo Ceballos, me mostró que la tarea de escribir no es un momento en el día, no es sólo un rato de inspiración, sino que se trata de una actitud de vida, de mantener despierta la capacidad de asombro. Es descubrir grandeza en lo más pequeño, lo cotidiano, y por supuesto también ante lo más inabarcable que nos muestra el universo, que requiere que detengamos cada tanto nuestro ritmo de vida, que dejemos de lado las urgencias y lo material, para permitirnos explorar nuestro interior y con esos ojos nuevos mirar el exterior, con energías renovadas, para descubrir así esos pequeños milagros que nos rondan por doquier. Comparte su secreto con nosotros los lectores: “Te propongo, que pares/ un minuto tu existencia,/ que mires los árboles y las estrellas,/ y te verás abrazado por el cosmos, / aplastado por una realidad omnipotente”.

Tal vez por esa razón inicia este libro nuevo con una frase de Juan Carlos Dávalos que reza: “Yo he puesto en estos versos toda mi alma, mis cinco sentidos, mis horas más íntimas y más bellas, mis alegrías más caras, mis pesares más hondos. …”, demostrando así que sus escritos no son resultado del azar, ni de unas pocas horas de distracción, sino fruto de su entrega, de sus saberes, de sus vivencias. Y resultado de un trabajo realizado con plena conciencia.

La vida de Eduardo Ceballos es, desde el inicio, una vida cargada de dolores y sacrificios. Lo que admiro de él es precisamente su capacidad para trocar todo ese sufrimiento en alegrías, en esperanza. Si hasta parece que gracias a ese niño que mantiene activo en su corazón, encontró el secreto que buscaban los alquimistas, para mantener un espíritu siempre joven, alegre y optimista. Quizá por esa experiencia personal siente que “La historia del hombre/ es la historia de la palabra,/ boca de la libertad,/ arte que transforma el dolor en alegría.”

Tal vez sea su compañera de ruta la razón de esa dicha que transforma su mundo interior y lo llena de luz. Y es que ella, Susana Rozar, es verdadera musa en este noble quehacer. Ella sabe compartir con el artista sus horas de plenitud, sus dichas, los senderos recorridos, las angustias, los sueños y proyectos. Y es necesario para quien vive de ilusiones mantener en alto la bandera del amor, porque es el nutriente existencial que da sentido y razón a la vida. “El amor es la más universal, formidable/ y misteriosa energía cósmica”. Por eso este poeta enamorado le canta en varios de sus poemas, y le dedica su trabajo al iniciar este libro.

Emociona saber que este poeta inicia su camino cargado de incertidumbres y tristezas, angustias que hereda en el origen mismo de su existencia. Quizás por eso se abraza a la literatura, porque comprende que “El único mundo real es el de las ideas”. Por eso en el primer poema de este libro confiesa: “soy hijo de una hembra parturienta,/ una madre cualquiera de la tierra, /que alquiló mi existencia/ en los brazos de otras gentes”. Pero tiene también la capacidad de reconocer a esa familia nueva “que me acompañaron en el tránsito/ con generosa ternura, / marcando mis caminos y mis afectos”.

Agradece desde siempre la formación recibida, porque es gracias a este conocimiento que su mente fue enmarcada en un mundo doctrinario, y luego liberada para volar al infinito, donde se conjugan la razón y la emoción.

Eduardo Ceballos camina permanentemente nuestra geografía, conoce palmo a palmo cada pedacito de nuestra provincia y de nuestro país. Y sin embargo, en esos momentos en que extasiado dialoga con Platón o Aristóteles, recorre el universo entero, por “Una inmensidad de distancias/ envuelve la vida” “con ese mundo interior/ que mueve los paisajes”.

Como habitante del mundo, Eduardo Ceballos observa el minucioso y fecundo trabajo de la tierra y la semilla, del clima y del cosmos, que con su ejemplo nos invitan a perseverar en aquello en lo que creemos.

Asume una ideología antigua pero renovada, la del hombre universal, en tiempos en que prima la individualidad. Invita a reconocernos en el mundo todo, a gritar con libertad las palabras que expliquen nuestra historia y que inviten al encuentro, al despertar de la sensibilidad y al coraje.

Conmueve profundamente saber de su valentía al pensar en la ineludible muerte, ante la cual recomienda “coraje, alegría, manzanas y sonrisas”, sugiere mientras tanto construir el presente, porque entiende que “La vida es una hoja en blanco sin valor, / si no le pones tus pinceles de color”.

Los antiguos mexicanos pensaban que los poetas eran emisarios, mensajeros ante su divinidad, porque eran los poetas los que con su voz manifestaban el sentir del pueblo. En la actualidad, afortunadamente, todos tenemos posibilidades de expresarnos, y debemos hacer uso de esta potencialidad porque “La palabra todo lo puede,/ por ser movimiento y cambio.”

Y esas realidades sociales son también plasmadas en sus poesías, cuando se refiere a la historia, al dolor colectivo, a los tiempos abuelos, a los personajes entrañables de esta tierra que nos cobija.

Mi padre es un poeta, que disfraza sus pinceles con palabras claras y bonitas, y pinta con ellos mágicos paisajes que nos transportan a mundos nuevos.

Viviana Cristina Ceballos