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Vivir es un arte

Vivir es un arte, sublime, profundo, complicado. Un desafío amoroso con el mundo circundante que tiene los elementos imprescindibles para sostener la existencia. El ser humano comparte con la enfermedad y la muerte desde el nacimiento. Una obra musical, una orquesta sinfónica, muestra toda la galanura de los instrumentos. Una pintura que sintetiza todos los paisajes; una danza de movimientos continuos con la sangre y las sombras; un emocionado poema trepa por la memoria del amor, que mueve sentimientos.

Todas las ciencias se convocan para aportar sus saberes, especialmente la medicina recorre cada punto del espacio anatómico con precisión matemática. Históricamente el hombre ha evolucionado para tratar de ser más feliz. Fabricó las herramientas que faciliten las tareas y fue acumulando con el tiempo una colosal experiencia que asoma en el diario vivir.

La vida en sí y el acto de vivir es un arte. Por cierto, el arte más hermoso, a pesar de lo difícil, complejo, practicado por los humanos. Es el artista y el objeto de su arte, el escultor y el mármol, el médico y el paciente, arquitecto y constructor de su edificio personal, objeto y sujeto a la vez, construyendo su propio destino. Triste observar que el hombre moderno ha perdido conciencia que su vida merece ser tratada como un sutil arte. En las universidades se brindan muchas carreras profesionales, que requieren estudios, tiempo y dedicación; pero no se enseña “el arte de vivir”, porque se lo considera algo sencillo y su aprendizaje no requiere ningún esfuerzo especial. Cada uno vive como puede, con su ética y su escala de valores y en el entorno social que le tocó en el reparto. Lo más importante es ser auténtico, no engañarse ni defraudarse a sí mismo. La mayor grandeza de un hombre es ser útil para sí mismo, para su entorno familiar, brindando, además, servicios de calidad a sus semejantes, con los códigos del amor, el respeto y la sensibilidad.

Somos tan distintivos unos a otros, algunos acumulan sabiduría, otros riquezas, otros maldad, otros habitan un mundo vacío, culpando de sus fracasos a los demás. Ser triunfador, no requiere de derrotados. Hay que descubrir para que vivir, su rol en la existencia. Una mágica receta es la lectura, que es necesidad y placer, para conocer y crecer. Leer no sólo para ser cultos, sino para ser libres. La lectura se constituye en un acto tan importante como respirar, porque fortifica el músculo del ser, en las profundidades de uno mismo. La lectura nos ayudará a ser más humanos, más sabios y felices. Una luz, una energía que atraviesa la química de nuestra anatomía.

Trabajar por una sociedad libre de violencia y fomentar un sentido de bienestar, detectando lo que realmente te hace feliz. Hay que darse tiempo en cualquier momento, porque no existe el momento ideal. Nadie puede garantizar un futuro con más tiempo, por eso hazlo hoy, depende de ti, que sepas construir el camino de la felicidad. Debes ganarle a la rutina, no es lo mismo estar vivo, que vivir. Piensa en este instante. Programa una vida de la que no necesites escapar. Empieza, ese momento es ahora mismo.

El hombre de la ciudad moderna es un servidor del sistema y de las máquinas, porque no hace uso de la libertad. El sistema nos modeló para que no tengamos libertad de pensamiento. Se nos educa para pensar como el poder quiere. Liberemos a los niños acercándoles lecciones magistrales, para que descubran el rol en su existencia, porque por allí pasa el “arte de vivir”.

Viva y sea feliz.


Eduardo Ceballos.