arrow_upward

El otoño de la vida

El otoño de la vida.jpg

El otoño de la vida, estación natural para tomarla como espejo, para empezar a comprender un poco mejor la vida. El árbol es un ejemplo donde mirarse, florecen en la primavera y se ponen bellos; dan sus frutos y sus sombras en el verano; se despojan en el otoño en un viaje hacia su interior; preparados meditan en el frío invierno. El ser humano, en el tiempo otoñal, debe despojarse de todo lo banal, lo innecesario, para concentrarse, corregir los errores, para valorar el amor, la paz, la salud, la amistad; tiempo de despertar nuevas ilusiones.

Los que peinan canas, descubren el paso inexorable del tiempo, que nadie lo puede detener. Como los árboles, florecimos en primavera, fuimos padres, cuidamos de nuestros hijos y en el dorado tiempo de otoño ingresamos livianos de carga, a disfrutar de la paz interior. Se valora el abrazo, la sonrisa, el amigo, en este tiempo de maduración, reflexión, renovación.

El mundo actual nos hizo olvidar de nosotros mismos, es esencial volver a conectar con la armonía del mundo, los ritmos de la naturaleza. Nuestra existencia está relacionada con la luz y la oscuridad, con el calor y el frío, con la humedad, con el aire, la flora, la fauna, los cielos. Somos una partecita de todo ello. La luz de la primavera es joven y agitada, la del otoño es sabia y madura. En otoño retiran sus hojas y vuelve hacia las raíces, los animales disminuyen su actividad, anochece más temprano y de a poco vuelve el frío. En otoño la naturaleza se desapega y desprende de lo que no es esencial. El hombre se pone melancólico, pasa menos tiempo al aire libre y se pone más profundo. Las puestas de sol son más largas con cielos rojizos y otras bellas tonalidades.

Que nos ayude

Que el otoño nos ayude a prescindir de lo que no es necesario, para reforzar el interior y prepararse para un mundo transformado; serán las semillas de una sociedad más sabia que apunte a mejorar el mundo caduco. Nuestro futuro depende de si triunfa la codicia, o la lucidez.

Tomando la edad del humano, el otoño representa adultez plena, por ello es menester hacer un balance, donde estén los planes y proyectos de la juventud, y desde allí todo el camino; una mirada especial a la salud con la aparición de nuevos síntomas, con la muerte de seres queridos, que anuncian nuestra partida.

Por otro lado, se puede compensar nuestro declive físico, con el incremento de nuestra fuerza espiritual.

Somos espectadores de la mecanización de la vida, la rutina del trabajo, nos lleva a un utilitarismo idealizado. Todos los esfuerzos apuntan a dominar el mundo exterior, para compensar el vacío interior. El hombre de hoy es víctima del materialismo y del consumismo, que ofrece todo tipo de distracciones para tapar las frustraciones. Los verdaderos valores humanos empequeñecen, al tener poca cotización en las sociedades modernas.

Es bueno tomar el otoño como tiempo de balance y de reflexión, seguir el ejemplo del árbol que tira lo innecesario y se mete para adentro para programar su futuro. Es menester buscarle el sentido humano a la vida y recuperar con hidalguía el tiempo del amor, del afecto, del respeto. Los recuerdos de los seres que se han ido, pueden ayudarnos a descubrir los secretos de la existencia, con su mensaje honesto de convivencia que han dejado en su paso por la vida.

Que la semilla de la alegría prospere entre las vecindades y las familias. Que la música natural de los pájaros ilumine el otoño de la vida.


Eduardo Ceballos.