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Eclecticismo en la modernidad

El hombre caminó a los tumbos todos los tramos de la historia. Creencias, ideologías, intereses diversos cruzaron por el tiempo.

Dos siglos antes de Cristo apareció en la antigua Grecia una escuela filosófica llamada “eclecticismo”, que suma distintas teorías, estilos, ideas para obtener una información más completa y superadora.

En el siglo XIX rebrotó en Francia, a través del filósofo Víctor Cousin, quien trató de unir el idealismo de Kant y el racionalismo doctrinas inductivas de René Descartes; después Ortega y Gasset defendió el eclecticismo, cuando se hablaba de izquierdas y derechas.

Esta escuela es una reunión mecánica, sin principios de tendencias, corrientes, concepciones y teorías, que trata de unir el materialismo con el idealismo. Se puede decir que es propio del revisionismo moderno.

Cosas muy caras

En el mundo actual donde la violencia y la seguridad son tan caras; donde los alimentos han sido invadidos por miles de moléculas tóxicas desde la Segunda Guerra Mundial; donde la industria, los pesticidas enriquecen a grandes empresas, mientras mucha gente se envenena.

El conocimiento en todos los campos del saber, es inseparable de interés, necesidades, prácticas, relacionadas con lo político, lo económico, lo ideológico y lo cultural.

El poder pasa por los socios comerciales que gobiernan el mundo, integrado por Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania y los países del Reino Unido; manejan la economía mundial sometida al sistema financiero y los bancos.

Por otro lado, el hombre pretende más bienestar, pero no se ha podido erradicar el hambre del mundo. La guerra y la violencia son las consecuencias.

El patrón oro fue establecido en 1821 por el Reino Unido; luego se sumaron Francia, Alemania, Estados Unidos, Rusia, Japón, marcando la aceptación universal.

Antes de 1870, Londres y París, eran los únicos centros financieros del mundo; después Berlín y Nueva York.

Argentina como país emergente, recibe una dura advertencia de Winston Churchill en 1945, cuando sintéticamente, dijo: “No dejen que Argentina se convierta en potencia. Arrastrará tras ella a toda América Latina”. Esta sentencia marca claramente la histórica antipatía hacia nuestra patria.

El gobierno de Perón nacionalizó los ferrocarriles el 13 de febrero de 1947 y el 1 de marzo de 1948 se tomó posesión ante una multitud. Raúl Scalabrini Ortiz, gran conocedor de la actividad británica en el Río de la Plata, diría: “Cuando el silbato de la Porteña anunció que volvía a ser argentina se abría un mundo de inmensas posibilidades”.

Producir un cambio

Los operadores internacionales trabajaron hasta producir el cambio de política: “La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la segunda guerra mundial, y las fuerzas del Imperio Inglés no le darán tregua, cuartel ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto”.

Fragmento del discurso de Winston Churchill en la Cámara de los Comunes, en 1955, que reconfirma ese sentimiento antiargentino.

Era insoportable el crecimiento criollo.

¿… la Argentina había demostrado ante el mundo su asombrosa capacidad con alto grado de desarrollo industrial y avanzada tecnología, exhibida con la construcción de un avión a reacción – el Pulqui- convirtiéndose en líder del Tercer Mundo. Si continuaba así, Argentina, se convertiría en el líder industrial de Iberoamérica, por eso era necesario su derrocamiento”.

Debemos aprender también de los enemigos, se hicieron fuertes con sus ciencias y su tecnología. Con pocos recursos naturales, que se han esforzado para tener una presencia importante en el mundo.

Argentina debe recuperar su rumbo. Posee una geografía con una vastedad increíble de recursos, para salir de su pobreza y constituirse en potencia del mundo. A trabajar sin pausa.


Eduardo Ceballos.